Alberto Maestre Fuentes – Doctor en Historia
La que fue hasta finales de 1975, una provincia española, hoy en día, es la última colonia del continente africano. Además, tiene el “privilegio” de ser la de mayor extensión y poblada de todos los territorios pendientes de descolonizar.
De los diecisiete Territorios No Autónomos de la ONU, el Sahara Occidental, tan próximo a las islas Canarias y con tantos lazos históricos con España, es un completo desconocido, no sólo para la mayoría del mundo, sino también para los propios españoles.
España que en los años sesenta se comprometió con los saharauis en su desarrollo, realizando grandes inversiones, adoptaría posiciones contradictorias puesto, que por un lado, consideraba a los saharauis españoles a todos los efectos, debido a la provincialización del territorio y por otro, aparentemente, se inclinaba a seguir la doctrina de Naciones Unidas que preconizaba su descolonización.
No hay que obviar que justo cuando España promulga que el Sahara español es una provincia más del Estado, comenzaba todo el proceso de descolonización en África.
En el discurso oficial interno español de esos años, se hacía mención constantemente a la “indiscutible españolidad” del Sahara Occidental, estando siempre presente, la supuesta importancia estratégica del Sahara Occidental en la defensa del archipiélago canario.
A este discurso españolista que, se reforzaría a mediados y finales de los propios años sesenta, con visitas oficiales de altos mandatarios españoles al Sahara español, se contraponía el que adoptaba España ante la comunidad internacional a favor de la autodeterminación del pueblo saharaui.
Por otra parte Marruecos que desde su independencia había soñado con la idea de crear el “Gran Marruecos” que abarcaría el Sahara Occidental, Mauritania y grandes zonas de Argelia e incluso parte de Mali, a pesar de haber firmado el acuerdo, promovido por la Organización para la Unidad Africana, por el cual, para evitar posibles futuras disputas territoriales, entre los nuevos estados africanos que se iban independizando, se aceptaba, sin reserva alguna, las fronteras heredadas del colonialismo, comenzaría a presionar a España para la cesión unilateral del Sahara Occidental. Y para ello no dudó en utilizar distintas formas de presión que abarcarían desde actos terroristas de grupos financiados por las autoridades marroquíes que se introducían en territorio saharaui, extensión de sus aguas territoriales, apresamiento de barcos pesqueros, intensidad en sus reclamaciones de Ceuta y Melilla, además, de una acción diplomática agresiva e intensa.
España cuando comprendió que no podía seguir por el camino de la españolidad del Sahara Occidental se comprometió, finalmente, a ejecutar las Resoluciones de la ONU y convocar el referéndum de autodeterminación, pero finalmente sucumbirá a la última gran presión de su temido vecino marroquí.
La “Marcha Verde” provocaría que España renunciase inmediatamente a sus compromisos adquiridos. Sólo tendría en mente no perjudicar sus relaciones con Marruecos y salvar la cara ante la ONU tal como el ministro Solís, representante del gobierno español ante Hassan II, le llegaría a confesar.
Después de tantos años de la salida de los españoles y de rehuir su responsabilidad, el Sahara Occidental está divido en dos. Una la más rica y más extensa, controlada por Marruecos, donde el idioma español ha sido eliminado y sustituido por el francés y cualquier vestigio español, suprimido. Se ha practicado en dichas zonas ocupadas una Damnatio memoriae en toda regla. Esta situación se contrapone a la situación en las zonas que controla la República Árabe Saharaui Democrática (reconocida por más de ochenta países) y en los campamentos de Tinduf, donde el idioma castellano es oficial, junto con el hassanía y se potencia los lazos con la antigua metrópoli.
“Un Pueblo Abandonado. Los Engaños en la Descolonización del Sahara Occidental”, basado en mi tesis doctoral, acredita, gracias a la consulta y estudio de documentación inédita y entrevistas realizadas, como para España primaron más sus relaciones bilaterales con Marruecos que sus compromisos adquiridos ante la ONU y el pueblo saharaui.
El ignorar estos compromisos y, ser cómplice indirecto, en la violación de las leyes internacionales y de los derechos humanos y, no dar visibilidad al Sahara Occidental para no violentar, bajo ningún concepto a Marruecos, sólo comporta una imagen de extrema debilidad para España.
El Sahara Occidental sigue siendo una colonia y España podría jugar un papel de primer orden para que dejara de serlo. Otro tema es que quiera.
Origen: LA ÚLTIMA COLONIA DE ÁFRICA