LIBRES OPINION(E)S: UNA NOCHE EN EL DESIERTO, por ABDALAHI SALAMA MACHNAN

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LIBRES OPINION(E)S: UNA NOCHE EN EL DESIERTO, por ABDALAHI SALAMA MACHNAN

 

UNA NOCHE EN EL DESIERTO, por ABDALAHI SALAMA MACHNAN

 
Hace un día espléndido. Soleado y cálido. Lo escribo con una sonrisa satisfecha y alegre; es domingo 4 de diciembre de 2022. Un grupo de amigos nos citamos en un punto geográfico entre el campamento de Auserd y la escuela de enfermería que colinda con la carretera principal. Concretamente en unas coordenadas donde están unas colinas del desierto bañadas de arena fina y suave, en la latitud 28.03 y longitud 1.65 que determinan la franja climática del sur de Argelia. Una zona cálida donde el Sol irradia muchísima vitamina D, y ocupa el cenit al mediodía.

Un encuentro fortuito, casual e improvisado. Mi gran amigo Ali Sidahmed, arquitecto de profesión y viejo camarada de la Universidad de Camagüey, es el artífice de organizar esta escapada, una invitación al reencuentro, a recordar momentos felices de nuestra juventud y a conectar con paisajes perdidos.

De pronto mi teléfono móvil suena, su run run me lleva directamente a ver la pantalla y en ella aparece el nombre de Ali, descuelgo y nos intercambiamos efusivos saludos en un ambiente cargado de emociones. Acto seguido me dicta unas instrucciones a seguir: Mañana sobre las 12h te espero frente a la puerta principal del ayuntamiento de Zug. Al día siguiente con una disciplina japonesa acudo a mi cita, siempre entendí que la puntualidad es una de las manifestaciones de respeto hacia la otra persona. A pesar de estar ataviados con un turbante de más de tres metros de largo; los saharauis por instinto nos reconocemos en la distancia. De un Land Rover Pick Up color gris azulado se apea Ali con su caminar pausado y seguro; nos fundimos en un caluroso abrazo, después aparece el Dr. Yahia, otro abrazo y por inercia la letanía de saludos y alabanzas. Reconocerse a través del tiempo y el espacio, conectar con escenas de un pasado que la memoria ha acabado idealizando, y sentirse bien: ese es el poder de la nostalgia. Estos reencuentros fortuitos son una válvula de oxígeno que nos retrotraen en el tiempo a un pasado señorial y brillante.

El Land Rover Pick Up color gris azulado, se pone en marcha, es una bestia de vehículo, es el camello mecánico del desierto. Durante la travesía hemos intercambiado más saludos, hemos platicado de casi todo, opiniones de índole social y político. Somos la historia de una generación – representada por este grupo – que carga con la frustración de no haber hecho cambios profundos en el país, sino lo que trazó la familia y la sociedad. Hemos renunciado a mucho en aras del consenso, no somos una generación escondida. La historia de este grupo de amigos aporta además un contenido axiológico: el valor de la amistad para soportar los embates de la vida.

En el punto de líneas acordado llega nuestro Land Rover Pick Up, allí estaba un turismo marca Mercedes Benz C190, abordo estaban dos chicos, bajaron a saludarnos, ambos dos también estudiaron en Cuba, se llaman Brahim Ergueibi y Lehbib. Después se sumaron dos compañeros más, se trata de Zrug Lula y de Cheibeta.

La comitiva se pone en marcha lenta surcando las dunas del desierto con rumbo al punto de coordenadas fijado. Llegamos a las colinas establecidas, bajamos todos los bártulos, enseres, la jaima y demás utensilios.

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