Los entresijos de la liberación de los camioneros marroquíes en Mali: Un acuerdo peligroso para el Sahel

Los entresijos de la liberación de los camioneros marroquíes en Mali: Un acuerdo peligroso para el Sahel

El mediático anuncio del Consejo Militar de Transición de Mali, realizado el 1 de agosto de 2025, sobre la liberación de cuatro conductores marroquíes retenidos por el Estado Islámico en la zona de las “tres fronteras”, podría, a primera vista, parecer una victoria en materia de seguridad. Sin embargo, tras esta fachada triunfal se esconde una realidad mucho más oscura: la consolidación de redes terroristas mediante oscuros acuerdos, en los que Marruecos desempeña un papel turbio, tanto como declarado «aliado en seguridad» como agente indirecto de la inestabilidad en el Sahel.

Este acuerdo no fue el resultado de un simple golpe de Estado ni una operación aislada de rescate, sino el producto de un pacto mucho más complejo que involucra la liberación de figuras destacadas del Estado Islámico, como Dadi Ould Chouaïb alias “Abou Darda” (antiguo miembro del MUJAO) y Ammiya Ould El Bekaye, a cambio de la entrega de los rehenes marroquíes. A esta liberación se sumaría el pago de un rescate considerable, lo que representa una ganancia financiera directa para la organización terrorista. Estos dos líderes yihadistas, conocidos por su capacidad para estructurar redes, planificar emboscadas y coordinar ataques, representan una amenaza directa para la estabilidad de Mali y sus vecinos. Su liberación equivale a relanzar la maquinaria terrorista, con nuevos recursos financieros y humanos que continuarán socavando la paz y la seguridad en la región.

Lo que agrava aún más esta operación es el contexto estructural del papel de Marruecos en la región. Durante años, el tráfico de resina de cannabis, producida masivamente en el norte de Marruecos, ha sido una de las principales fuentes de financiación de los grupos armados que operan en el Sahel. Las redes criminales, muchas veces vinculadas a funcionarios marroquíes corruptos, organizan exportaciones a través de Mauritania y Mali, lo que convierte el narcotráfico marroquí en una de las piezas claves del engranaje que alimenta el terrorismo. Parte de los beneficios obtenidos de este tráfico se destinan a la compra de armas, lo que permite a los grupos yihadistas adquirir los recursos necesarios para continuar sus actividades terroristas. Esta economía criminal, un círculo vicioso donde las drogas financian las armas y las armas alimentan la violencia, ha aumentado exponencialmente la inseguridad en la región, extendiendo el alcance de los grupos armados en un contexto de desestabilización creciente.

Marruecos, a pesar de presentarse como un socio clave en la lucha contra el terrorismo, actúa en las sombras, alimentando las mismas fuerzas desestabilizadoras que dice combatir. Su participación en redes de narcotráfico y su creciente influencia sobre los círculos de poder regionales refuerzan su papel ambiguo en la región del Sahel. Al posicionarse como «salvador» en casos de rehenes, como ocurrió con los conductores marroquíes liberados en Bamako, Rabat gana capital diplomático, pero a la vez consolida sus redes de influencia en un entorno marcado por la violencia y la inseguridad. La liberación de los camioneros marroquíes forma parte de una estrategia más amplia para tapar las sombras de su implicación en el narcotráfico y consolidar su poder regional. Esta maniobra diplomática y mediática, sin embargo, no hace sino ocultar la realidad de que la economía marroquí del narcotráfico se ha convertido en una fuente estructural de desestabilización para los países del Sahel, como Mali, Níger y Burkina Faso.

En medio de este juego diplomático, los soldados malienses permanecen olvidados. Decenas de miembros del ejército de Mali siguen cautivos de los grupos armados, en circunstancias que no han sido aclaradas, sin que se hayan realizado esfuerzos diplomáticos ni mediáticos comparables a los de los rehenes marroquíes. Este trato desigual alimenta un sentimiento de abandono en las fuerzas armadas malienses, que ven cómo se les ignora mientras se extiende la alfombra roja a los civiles marroquíes liberados. El caso más impactante de esta negligencia es la muerte, el 24 de julio, del suboficial Ibrahim Sidibé, un héroe que participó en varias batallas contra el terrorismo. Su sacrificio no recibió ningún reconocimiento nacional, lo que resalta aún más la desconexión entre las autoridades y las necesidades de sus propias fuerzas armadas.

Al optar por un golpe diplomático inmediato, las autoridades malienses corren el riesgo de, por un lado, fortalecer el poder operativo de los grupos yihadistas al liberar a sus líderes y, por otro, ofrecerles financiación adicional mediante el rescate pagado por los rehenes. Este tipo de acuerdos peligrosos sienta un precedente al fomentar la toma de rehenes como modelo de negocio, y erosiona la confianza de una parte de la población y del ejército, que perciben este caso como una flagrante injusticia. La diplomacia de Mali ha sido puesta a prueba, y este trato desigual podría tener consecuencias a largo plazo para la cohesión interna y la moral del país.

Este caso ilustra una paradoja preocupante: detrás del discurso oficial de lucha contra el terrorismo, algunos Estados de la región, incluido Mali, se encuentran pactando indirectamente con esas mismas fuerzas de desestabilización, bajo el impulso y la influencia de socios como Marruecos. Mientras la droga marroquí siga financiando el terrorismo en el Sahel y mientras la lógica de los acuerdos secretos prevalezca sobre una estrategia regional coherente, las victorias mediáticas no serán más que peligrosas ilusiones. La región del Sahel, al igual que los pueblos que la habitan, sigue atrapada en un ciclo de violencia y desestabilización alimentado por actores que, bajo la apariencia de aliados, en realidad solo perpetúan el sufrimiento y la inseguridad.


Más información en: «Los entresijos de la liberación de los camioneros marroquíes en Mali» | Detrás de la escenificación diplomática, emerge una realidad más turbia: rescates, liberación de yihadistas, juegos de influencia marroquíes y un silencio vergonzoso sobre los soldados malienses olvidados


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