Los saharauis teniendo el monstruo de la muerte muy cerca, no están alarmados ni asustados, a pesar de la insuficiencia de algunos alimentos y la escasez de otros, comparten amigablemente lo poco que tienen, y están confiados en que el Todo Poderoso los cuidará porque son un pueblo noble y leal a las enseñanzas del Islam.
Aún está fresco en mi memoria los recuerdos del Ramadán de los primeros años del exilio, recuerdo a mis padres cubriendo sus cuerpos con sabanas que humedecían constantemente para combatir el sofocante calor y al abrasador Erife, en una tienda de campaña, sobre la cual se proyectan potentes rayos solares en medio de un silencio infernal interrumpido por el ruido de un batidor manual que agita leche en polvo en un cuenco de agua y el llanto lejano de un niño, quizás enfermo sin ninguna aspirina para remediar su dolor. Al atardecer el Imam de la mezquita hacia flotar su voz sobre el campamento, los ayunados con las caras ennegrecidas, las gargantas secas y los labios agrietados por el efecto de aquellas largas horas de ayuno veraniego, toman su desayuno a base de caldo de cebada, dátiles y té.
Las frutas, verduras, carne asada y ensaladas nunca formaron parte de su humilde menú. Al anochecer otra oleada de calor invadía al ambiente; la gente se reunía frente a sus jaimas a preparar el té, con la esperanza de disfrutar con la más diminuta brisa y a escuchar la Radio del Sahara que transmitía las noticias de las grandes batallas libradas en el lejano frente de combate e invitar a los vecinos y transeúntes a las interminables coladas de té.
El Ramadán del año 2020 coincidió con la pandemia del Coronavirus. La Meca, Al Masgid Nabawi, Al Masgid Alharam y otros muchos lugares sagrados están vacías de fieles. Millones de personas permanecen en sus hogares abandonando sus trabajos y negocios.
En el Sahara Occidental, específicamente, los campamentos Refugiados Saharauis, recibieron el Ramadán sin tener en sus filas a ningún infectado. La gente frecuenta las mezquitas, los mercados y fiestas familiares, te saludan con un fuerte apretón de mano, te abrazan y te dicen: despreocúpate, hermano, la vida esta en manos de Alá y desarrollan sus actividades cotidianas con toda normalidad; aunque el Gobierno saharaui declaro el inicio del confinamiento para prevenir posibles casos de este virus mortal.
Los ayunados desafían las largas y cálidas horas diurnas, y, a la puesta del sol, las múltiples mezquitas anuncias con dulzura el fin del ayuno. Algunas mujeres se acercan respetuosas y cabizbajas a la mezquita aportando entre sus brazos dátiles y leche de camella para los oradores y se retiran silenciosas, solo con el fin de ganar la satifaccion de Dios.
El 30 de abril, apareció la epidemia del coronavirus en la ciudad de Tinduf, ubicada a tan solo ocho kilómetros del campamento del Aaiún; ahí se detectaron los primeros seis casos de infectados y el día siguiente se les sumaron otros tres más. El cinco de mayo el Gobierno Saharaui reforzó las medidas de prevención vigentes.
La media luna roja argelina en apoyo al pueblo saharaui estableció un hospital provisional, equipado con sofisticados equipos médicos preparado para recibir pacientes en estos tiempos cruciales, además de organizar varias caravanas de alimentos para aliviar la situación alimentaria de los refugiados.
Gracias hermana Argelia nunca olvidaremos su bondad y generosidad. Deseamos éxitos y salud a esta nación hospitalaria y a todos los habitantes de la región magrebí.
Los saharauis teniendo el monstruo de la muerte muy cerca, no están alarmados ni asustados, a pesar de la insuficiencia de algunos alimentos y la escasez de otros, comparten amigablemente lo poco que tienen, y están confiados en que el Todo Poderoso los cuidará porque son un pueblo noble y leal a las enseñanzas del Islam.
Miles de manos se juntan estos días del Ramadan para suplicar a Dios el fin de esta epidemia y que el próximo Ramadan sea en la tierra del Sahara libre, soberano y próspero.
Abdurrahaman Budda
Origen: Los refugiados saharauis y el Ramadán en la era del coronavirus | المستقبل الصحراوي