La Noticia de la prensa marroquí:
Desde 2015 Marruecos destina cada año 15 millones de dirhams (algo más de 1,53 millones de dólares) para financiar la producción de documentales sobre su versión de la historia del Sahara occidental y la cultura saharaui.
Asimismo, Marruecos ha iniciado un programa de formación de 5.000 jóvenes en el uso de las redes sociales «para defender, promover y explicar la causa nacional en el mundo informático», vamos, para intoxicar y hackear las páginas que no avalen las tesis del majzén.
¿Y nuestra reacción?
APOYAR LA CULTURA SAHARAUI Y LA ACTIVIDAD EN LAS REDES SOCIALES
LA NOTICIA:
Le Maroc entend mener une communication globale à propos du Sahara Occidental – Agence Ecofin
Depuis 2015, le Maroc a décidé de débloquer 15 millions de dirhams (un peu plus de 1,53 million$) chaque année pour financer la production de documentaires sur l’histoire du Sahara occidental et la culture Hassanie qui est typique du peuple sahraoui installé dans cette région.
Le Maroc a, par ailleurs, démarré un programme de formation de 5 000 jeunes au plaidoyer numérique sur sa cause dans le conflit du Sahara Occidental. Ces ambassadeurs seront chargés de « défendre, promouvoir et expliquer la cause nationale dans un monde numérique », avait expliqué le ministre El Khalfi lors du lancement du programme en février dernier.
Origen: Le Maroc entend mener une communication globale à propos du Sahara Occidental – Agence Ecofin
La historia, con un tono épico consecuente con el relato oficial marroquí de los hechos, se cuenta como si no hubiera ninguna implicación política detrás, y no se muestran a gobernantes de ningún país debatiendo sobre las consecuencias de la marcha.
Solo aparecen en un televisor imágenes del rey Hasán II anunciando la partida de los voluntarios y, más tarde, las distintas peripecias humanas de los que allí participaron.
Los únicos españoles que aparecen en la película son un pequeño contingente de soldados en un retén fronterizo que apuntan con sus fusiles a los marroquíes cuando rompen la alambrada pero terminan bajando las armas, en una clara imagen de derrota.
Hay, es cierto, el personaje secundario de una enfermera española que se ha sumado a la Marcha Verde como voluntaria, que declara ser «española pero no franquista».
Pese al clima político de aquellos años, los españoles no salen muy mal parados, y para ello valga esta metáfora: los militares españoles no han puesto minas por delante de los marroquíes, sino solamente carteles con la leyenda «PELIGRO MINAS» que en realidad buscan un efecto disuasorio, sin voluntad real de eliminar a nadie, según cuenta el filme.
Pero lo más llamativo es la ausencia de los saharauis en la película: no aparecen imágenes de El Aaiún, Villa Cisneros (ahora llamada Dajla) ni otra ciudad o población saharaui, ni siquiera de un grupo de nómadas con sus camellos.
Es como si el Sáhara fuera un territorio vacío ocupado por los españoles.
Abundan, como es obvio, las proclamas patrióticas sobre las múltiples sangres que forman la identidad marroquí: árabe, judía, bereber y saharaui, pero esas resultan ser las únicas referencias a que allí residían personas.
La película, que se exhibe en las principales salas del país, ha tenido una acogida discreta entre el público, y tampoco los medios de comunicación, impresos o por internet, le han dedicado gran atención.