Después de Rusia, Irán, China y Corea del Norte, le llega el turno a un enemigo que, oficialmente, no lo es en absoluto: Marruecos. Esto es lo que dice sobre nuestros vecinos del sur la vigente Estrategia de seguridad nacional: «La relación de España con Marruecos y Argelia es de buena amistad, desde la premisa de la cooperación leal y el respeto a las fronteras mutuas».
Desde una perspectiva global, la frontera entre España y Marruecos es una de las grandes líneas de fractura de la humanidad. Separa la Europa próspera —que aún lo es más vista desde fuera— de un continente, el africano, superpoblado y pobre. Separa también la cultura islámica de la occidental, dos modos de vida en los que el grado de adhesión a los principios democráticos, incluso donde estos se ponen teóricamente en práctica, es muy diferente.
Desde una perspectiva global, la frontera entre España y Marruecos es una de las grandes líneas de fractura de la humanidad
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