Desde el pasado fin de semana, Marruecos vive las mayores protestas de los últimos años. Miles de jóvenes, agrupados en torno a la “Generación Z 212”, han tomado las calles en al menos once ciudades al grito de “¡Queremos hospitales, no estadios!” y “No queremos el Mundial; queremos sanidad”. Convocados a través de Discord, TikTok y Facebook, los manifestantes han convertido el hartazgo en desafío abierto a la monarquía alauí, desnudando las grietas de un régimen incapaz de responder a las demandas más básicas de su población.
El movimiento no tiene líderes visibles ni siglas políticas, pero sí un mensaje claro: la juventud marroquí exige educación y sanidad dignas, empleos mejor pagados y una vida menos marcada por la corrupción y la desigualdad. “Ya no hay esperanza”, confesó Youssef, ingeniero de 27 años, en una protesta en Casablanca. Otro joven de 19 años en Rabat resumió el sentir de muchos: “Queremos que Marruecos esté en una situación mejor y que el ciudadano sea tratado como un ser humano”. En las calles resonaron cánticos como “El pueblo quiere la caída de la corrupción”, ecos directos de la Primavera Árabe de 2011, mientras ondeaban banderas palestinas y kufiyas en rechazo a la normalización con Israel, mantenida pese al genocidio denunciado en Gaza por la ONU y juristas internacionales.
La chispa que encendió esta revuelta fue la tragedia del hospital Hassan II de Agadir, donde ocho mujeres embarazadas murieron en apenas diez días tras someterse a cesáreas. El centro, denunciado como “hospital de la muerte”, funciona con 4,4 médicos por cada 10.000 habitantes, menos de la mitad del ya bajo promedio nacional de 7,7 —muy lejos de los 25 recomendados por la OMS. Según Jeune Afrique, los quirófanos estaban “infestados de cucarachas” y sufrían desabastecimiento crónico. Le Monde recogió testimonios estremecedores de pacientes tratados “como del ganado”, obligados a aportar sus propios insumos por la falta de material. La indignación estalló frente al hospital, obligando al ministro de Sanidad a destituir a la dirección y varios responsables regionales, mientras el primer ministro Aziz Akhannouch —magnate y alcalde de Agadir— intentaba justificar lo injustificable: “El hospital tiene problemas desde 1962 y estamos tratando de resolverlos”.
Las imágenes de hospitales colapsados contrastan con los proyectos millonarios para la Copa Africana de Naciones de 2025 y el Mundial de 2030, que Marruecos coorganizará con España y Portugal. Mientras se levantan estadios y se invierten fortunas para competir con España en la carrera por la final, la juventud grita en las calles que no quiere fútbol, sino un sistema sanitario que no condene a morir a sus madres e hijas. El lema “No queremos el Mundial; queremos hospitales” sintetiza como pocos la brecha entre la propaganda oficial y la realidad cotidiana.
La respuesta del régimen ha sido la de siempre: represión y silencio. La Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) cifra en más de un centenar los detenidos en Rabat, Casablanca, Marrakech, Agadir y Souk Sebt. La policía, tanto uniformada como de civil, impidió las concentraciones en la capital y golpeó brutalmente a manifestantes, como muestran numerosas imágenes. La Federación Democrática de Izquierdas denunció un “enfoque de seguridad excesivo” y la Organización Marroquí de Derechos Humanos defendió el derecho a manifestarse pacíficamente como un principio constitucional.
Las protestas de la “Generación Z 212” muestran que el descontento en Marruecos no es episódico: es estructural. Casi la mitad de la población tiene menos de 30 años, el desempleo juvenil ronda el 33 %, y un 55 % de los jóvenes sueña con emigrar. Son datos que hacen del país una olla a presión. En 2011, el Movimiento 20 de Febrero agitó el trono de Mohamed VI; en 2016 y 2017 fue el Rif quien se levantó contra la discriminación. Hoy es la juventud digital la que encarna una revuelta que, más allá de sus proclamas, refleja una certeza compartida: “El régimen marroquí no es sostenible. El levantamiento popular es inevitable”.
PLATAFORMA «No te olvides del Sahara Occidental»