Por Lehbib Abdelhay /ECS
Madrid (ECS). – Hoy, el régimen marroquí, además de otros problemas, enfrenta dos principales retos a nivel político, en primer lugar el impacto externo por la ocupación del Sáhara Occidental, unánimemente rechazado tras la declaración de la supuesta soberanía de Trump, y en segundo lugar; el impacto interno por la normalización de lazos con Israel en una población con un 88% musulmana que rechaza la normalización con la entidad sionista, y que no ha hecho más que aumentar la brecha entre la élite gobernante y la ciudadanía, amenazando con una fragmentación total en un país autócrata que ya mantenía altos índices de desproporción social.
Pero, ¿qué hace que el Palacio Real marroquí (Majzén) arriesga hasta el punto de abrir graves crisis diplomáticas con sus socios y vecinos? En tan sólo dos meses, Rabat se ha colocado en el centro de la atención internacional tres veces y de una manera tan vergonzosa.
Crisis Migratoria de Ceuta o la invasión marroquí.
Hace un poco más de dos meses, el gobierno marroquí manipuló a miles de marroquíes desafortunados y los envió a invadir a los enclaves españoles de Ceuta y Mellila. No solo enfureció a su principal socio económico, España, sino que enajenó a toda la Unión Europea, que se mostró totalmente solidaria con Madrid y que además, en una resolución, calificó la invasión de Ceuta como una agresión contra toda Europa, y ha pedido a Rabat que deje de utilizar a los niños como arma política en sus momentos más débiles.
Un mes y medio después, el embajador de Marruecos en las Naciones Unidas, Omar Hilale, distribuyó un documento oficial en el que anunciaba que su país había decidido apoyar “la autodeterminación de la Cabilia”, una región de Amazigh del norte de Argelia.
La decisión ha sido muy criticada y fue calificada por el gobierno de Argelia como una grave provocación cuya gravedad levantó sospechosas hasta en la propia ONU, especialmente desde que tuvo lugar dentro de los confines del organismo internacional, cuya principal misión es velar y proteger a los Estados miembros. Pero sobre todo una declaración de guerra contra un Estado vecino que, por las circunstancias, ha demostrado a lo largo de los años su sabiduría y no ha tomado nunca decisión que pueda llegar a ser irreparable. Las aventuras, o desventuras, de la monarquía alauí no terminan ahí.
Proyecto Pegasus: espiar a periodistas y activistas de DD.HH.
Aquí Rabat está envuelta hasta las orejas en un escándalo mundial. El régimen de Mohamed VI adquirió en el año 2018 el todopoderoso software espía Pegasus de la firma israelí NSO, gracias al cual Rabat espió a más de 6.000 argelinos, entre periodistas, políticos, altos funcionarios y líderes de partidos políticos. La operación fue descubierta y denunciada por un consorcio internacional compuesto por Forbidden Stories, Amnistía Internacional y 17 medios de comunicación internacionales. Rabat empujó la audacia y el descaro de espiar a su gran protector, que sin su apoyo la monarquía habría desaparecido hace ya mucho tiempo. Esta es Francia, cuyo presidente Emmanuel Macron, 15 de sus ministros, destacados periodistas y otras personalidades han estado bajo la lupa del Pegaso marroquí.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Argelia, Ramtane Lamamra, ya «indignado por la decisión marroquí de atentar contra su país», declaró tras el descubrimiento de este escándalo: «Argelia se reserva el derecho de implementar su estrategia de represalia». No se sabe si Rabat comprenderá el profundo significado de este mensaje. Esto nos lleva a hacernos preguntas. ¿Por qué Marruecos empezó a querer jugar en las grandes ligas, hasta querer traicionar a su protector principal (Francia)?
¿Por qué esta nueva agresión contra Argelia? ¿Ha sentido Marruecos crecer sus alas desde que el fascista Trump tomó la decisión de reconocer su soberanía sobre el Sáhara Occidental?
El pasado 10 de diciembre de 2020, el ex presidente Donald Trump reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental a cambio de lo cual Rabat estableció oficialmente relaciones diplomáticas con Israel. Este último, sin embargo, no dio nada a cambio. Al menos públicamente.
El régimen marroquí, arrastrado por su derrota, creía que Argelia, socavada por las políticas de Bouteflika y sumergida en el despertar del pueblo argelino con el Hirak, es demasiado débil para no poder resistir los golpes. Los marroquíes han llegado a intentar la aventura con un movimiento extranjero llamado MAK (Movimiento para la Autodeterminación de la Cabilia) y al que solo las autoridades marroquíes le han otorgado una notoriedad que nunca ha tenido, y que nunca tendrá.
Origen: Marruecos, un régimen desorientado tras múltiples fracasos diplomáticos.