En un contexto marcado por medio siglo de ocupación ilegal del Sáhara Occidental y por uno de los exilios más prolongados del mundo, la salud ocular del pueblo saharaui se convierte en algo más que una cuestión sanitaria: es una cuestión de dignidad y de derechos. Así lo muestra el extenso reportaje publicado por NAIZ bajo el título “Mirando a los ojos del pueblo saharaui”, dedicado al trabajo que desde hace dos décadas desarrolla la ONG Munduko begiak (Ojos del Mundo) en los campamentos de población refugiada saharaui de Tindouf, en Argelia.
El reportaje recoge el testimonio de varios voluntarios que han visitado recientemente las cinco wilayas saharauis —El Aaiún, Smara, Auserd, Dajla y Bojador— así como Rabuni, sede administrativa de la RASD. Entre ellos, los cooperantes vascos Iñaki Elorza y Lourdes García, que explican cómo funciona un proyecto centrado en combatir la ceguera evitable en un entorno extremo, marcado por la pobreza estructural, la dependencia de la ayuda internacional y condiciones ambientales muy agresivas para la vista. «Devolver la visión a las personas es el primer paso para que puedan verle un futuro a sus vidas», recuerda la fundación, citada por NAIZ, como eje de su trabajo.
La dimensión del problema es global y alarmante. Según datos aportados en el reportaje por el oftalmólogo Andrés Müller-Thyssen, 1.100 millones de personas en el mundo tienen pérdida de visión, y el 90 % vive en países de ingresos medios o bajos. En los campamentos saharauis, la situación se agrava por factores como la desnutrición infantil —que afecta a alrededor del 25 % de los menores—, la falta de alimentos frescos, el polvo del desierto y la casi inexistente protección visual. «Aquí todo el mundo tenemos acceso a gafas de sol; ellos no», resume Elorza en declaraciones recogidas por el medio.
El trabajo de Munduko begiak se articula en varios niveles: revisiones escolares anuales —en 2024 se revisó la vista a 16.276 menores—, consultas de optometría en las wilayas, terapia visual, derivaciones quirúrgicas al hospital de Bechar y, sobre todo, formación de personal saharaui para garantizar la continuidad del sistema. Como explica la coordinadora Miren Rodríguez en NAIZ, «no somos gente que va y vuelve; tenemos voluntad de permanencia y atención los 365 días del año». El objetivo no es solo curar, sino crear estructuras públicas locales que sobrevivan a la cooperación.
El reportaje subraya también la dimensión humana del proyecto: desde las visitas domiciliarias realizadas por mujeres de la asociación saharaui Basmat Khayr, formadas para hacer pruebas oculares básicas, hasta gestos simbólicos como la entrega de medallas a niños atendidos en consulta. Todo ello en un contexto donde, como señala Lourdes García, «no tienen infraestructura económica ni social; no pueden crear industria ni ganarse la vida dignamente», una realidad directamente ligada a la prolongación del conflicto y al bloqueo político internacional.
La conclusión es clara: la salud ocular no debería ser un lujo en ningún lugar del mundo, y menos aún en un pueblo que lleva casi cincuenta años viviendo en el exilio. Como resume Miren Rodríguez en el reportaje de NAIZ, «devolver la visión a una persona o darle unas gafas supone mejorar su vida y la de su familia». En el caso del pueblo saharaui, significa también resistir, aprender y mirar al futuro, incluso cuando ese futuro sigue condicionado por una injusticia histórica aún no resuelta.
Fuente: Reportaje “Mirando a los ojos del pueblo saharaui”, publicado en NAIZ (GARA-NAIZ), con testimonios de voluntarios de Munduko begiak y personal sanitario en los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf.
La importancia de la vista es indudable, ¿pero qué ocurre en los lugares desfavorecidos, donde escasean los medios? Munduko begiak es una ONG centrada en combatir la ceguera evitable que, desde hace veinte años, trabaja la salud ocular en algunos de estos sitios. Varios de sus voluntarios, que recientemente han visitado los campos de Tindouf, cuentan la experiencia.
Origen: Mirando a los ojos del pueblo saharaui
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