Los refugiados de los campamentos de Tinduf reprueban el cambio de postura de España respecto al Sáhara Occidental: «Ya se nos vendió una vez, luego otra, y otra…»
–Estoy esperando a que me llamen para volver al frente.
–¿No te asusta ir a la guerra?
–No, ¿qué quieres que haga? Prefiero morir intentando liberar mi tierra que seguir viendo pasar el tiempo en esta tierra prestada y sin futuro. Hemos sido abandonados por la comunidad internacional, y especialmente por España, Miguel. No queda otra.
Mohammed escancia el té y sus palabras, acompañadas del perezoso discurrir de las horas, están exentas de épica guerrera. A cambio, transmiten el fatalismo ante una situación estancada desde los acuerdos de paz de 1991 y un profundo escepticismo frente a los actores internacionales que deberían haber trabajado por el cumplimiento de lo prometido.
Ausencias
Quince años sin pisar los campamentos de Tinduf suponen un buen termómetro para constatar cómo han cambiado las cosas entre los refugiados en este inhóspito entorno al que fueron arrojados en 1975, el de la hamada argelina, un desierto árido y pedregoso, distante de las dunas y los oasis que nos regala el exótico relato hollywoodiense.
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