Por Mahayub Sidina
Madrid (ECS). – El accidentado y desafortunado paso de Pedro Sánchez por la presidencia del gobierno de España terminará, indudablemente, sin pena ni gloria tal y como lo fue el reinado de Fernando VII. Por su egoísmo y deslealtad, para no decir traición, será recordado como el presidente felón. Sin ningún escrúpulo, ha hipotecado y humillado a todo un país para prolongar su, ya comprometida, supervivencia política personal. En su acto de pleitesía y sumisión al sátrapa Mohamed VI le ha entregado no solo el Sahara Occidental, que no pertenece a ninguno de los dos, sino también ha empeñado la propia credibilidad de España, como sujeto activo del derecho internacional, dejándola a merced del dictado marroquí.
La desgracia reside en que el alto precio de dicho alineamiento a ciegas, cuyos platos rotos pagaran todos los españoles, no va a poner fin a los designios expansionistas de una monarquía marroquí insaciable. Se deshizo, sin nada a cambio, de todas las cartas y posibles parachoques para amortiguar futuras sacudidas provenientes de la otra orilla. Esta política, de o yo o el diluvio, deja al país en una situación de desamparo total.
El próximo gobierno heredará un panorama diplomático desolador, cuya reconducción requerirá de mucho ingenio.
El peligroso comportamiento, del equipo Sánchez, alberga el agravante del no reconocimiento de los hechos y ocultación de pruebas, mediante la falaz cortina de humo mediática desplegada, para minimizar los alcances del desastre y desviar la atención de la opinión pública de sus graves consecuencias.
El último episodio de dicho despliegue mediático, que hace reír a más de uno, era sacar de la chistera el cuento de la influencia rusa cuando Argelia tomó la decisión soberana, con luz y taquígrafos, de suspender el tratado de amistad, cooperación y buena vecindad. Este paso fue precedido por la llamada a consultas del embajador en Madrid, después del giro de 180º dado por Pedro Sánchez con respecto al Sahara Occidental. Era una forma de recordarle que es una cuestión de descolonización en la que España, en su calidad de potencia administrativa in iure, tiene una gran responsabilidad por ser el culpable de la interrupción del proceso de descolonización y la consiguiente tragedia del pueblo saharaui resultante de dicha interrupción.
El listillo de la clase, que ha inventado el cuento de la influencia de Rusia, pasó por alto los principios y la doctrina de no alineamiento que rigen la política exterior de Argelia desde la independencia hasta nuestros días. En los momentos más álgidos de la guerra fría, Argelia ha contribuido a la distensión y la concordia mundial mediante iniciativas concretas, unánimemente aplaudidas. La República Popular de China fue admitida, en la ONU en 1971, gracias a los esfuerzos encabezados por Argelia y Tanzania. En aquel entonces, las relaciones entre China y la Unión Soviética eran casi antagónicas.
Ha perdido a uno de sus más brillantes diplomáticos y ministro de Asuntos Exteriores, Mohamed Sadigh Benyahya, mientras ejercía de mediador entre Iraq e Irán para poner fin a la sangrienta guerra entre ambos (su avión fue derribado por un misil de origen desconocido). La diplomacia argelina ha brillado también con la liberación de decenas de diplomáticos americanos, hechos rehenes por estudiantes iraníes en Teherán, después del triunfo de la revolución encabezada por el Imam Khomeiny. Años antes, había logrado que Sadam Husein y el Shah de Irán firmen el tratado de Argel sobre la delimitación de fronteras.
En África ha conseguido poner fin a la guerra fratricida entre Etiopía y Eritrea y en 2015 ha patrocinado el acuerdo de paz y reconciliación nacional entre el gobierno de Mali y los grupos armados para solucionar el conflicto en el norte del país. El gobierno español del momento saludó al acuerdo en estos términos: “España rinde homenaje a los infatigables esfuerzos del gobierno de Argelia y de la MINUSMA por facilitar los encuentros y mediar entre las partes del conflicto en Malí en las cinco rondas negociadoras que han tenido lugar hasta la fecha en Argel”. Gestas, de gran calado, como estas no pueden pasar desapercibidas y aún menos puestas en tela de juicio por algunos exaltados e imprudentes como Albares o Borrell, defensores acérrimos del peyorativo alineamiento con Rabat.
El equipo de Pedro Sánchez fue sorprendido con la mano en el saco y, para salir del atolladero, recurrió a este tipo de propaganda barata que, por cierto, está dando el resultado inverso. Encomendarse a los “santos” de la Unión Europea sería darse un tiro en el pie. No ha reparado en el hecho de que el origen de toda la problemática es la violación del derecho internacional, incluidas las sucesivas sentencias de la propia Corte de Justicia de la Unión Europea, no solo por España sino también por la mismísima Unión Europea, donde Albares ha ido a buscar el consuelo del compatriota Joseph Borrell, asiduo receptor de las manipulaciones del marroquí Nasser Bureta.
En las relaciones internacionales y en todo tipo de relaciones humanas la confianza es algo fundamental. Cuando se rompe es difícil restaurarla y mucho menos cuando el culpable de la ruptura persista en su felonía.
Origen: Pedro Sánchez o el Fernando VII (el rey felón) del Siglo XXI