Khalil Al-Hayya, uno de los líderes de Hamás. DR
Por Mohamed K. – Bastaron unos pocos nombres omitidos para desatar la polémica. Al agradecer a ciertos países árabes su papel en el reciente alto el fuego en Gaza, el alto funcionario de Hamás, Khalil Al-Hayya, no mencionó explícitamente a Argelia. Esto bastó para alimentar la polémica en redes sociales, medios de comunicación y ciertos círculos políticos, donde este silencio se interpretó rápidamente como una forma de ingratitud o exclusión. Pero esta polémica, además de absurda, roza la indecencia.
¿Deberíamos recordar a quienes claman por el olvido que Argelia nunca esperó el reconocimiento de Hamás —ni de nadie más— para defender la causa palestina? El compromiso de Argelia no data de ayer ni del último genocidio en Gaza. Tiene sus raíces en la historia del país, en su lucha contra el colonialismo y en la solidaridad de principios con todos los pueblos oprimidos. A diferencia de otros regímenes árabes que utilizan la causa palestina como moneda de cambio diplomática, Argelia nunca ha cedido su apoyo.
Esta controversia, sin embargo, revela una hipersensibilidad en torno a una causa que algunos Estados llevan mucho tiempo traicionando o explotando. Algunos países árabes, que ahora reciben elogios por facilitar un alto el fuego, son los mismos que normalizan las relaciones con el ocupante israelí, firman acuerdos militares o económicos con Tel Aviv y afirman actuar como mediadores. ¿Hipocresía o esquizofrenia diplomática?
En este contexto, Argelia parece ser uno de los pocos países que mantiene una línea coherente. Nunca ha flaqueado en su denuncia de la agresión israelí ni en su apoyo al pueblo palestino. Pero esto no significa un cheque en blanco para Hamás. Y este es un punto crucial que muchos pretenden ignorar.
Argelia sufrió una década sangrienta en la década de 1990, causada en gran medida por la importación de dogmas religiosos extremistas difundidos por las mismas redes que ahora apoyan a Hamás. Estas influencias extranjeras —saudíes, egipcias, afganas, etc.— sembraron la muerte en Argelia bajo el disfraz de la religión. Por lo tanto, Argelia no puede tolerar un movimiento islamista cuyas ramificaciones ideológicas son demasiado cercanas a las de quienes derramaron la sangre de sus hijos.
Además, Hamás no es solo un «movimiento de resistencia». También es un instrumento en manos de potencias extranjeras que practican un juego turbio en la región. Estas potencias dividen a los palestinos, explotan su sufrimiento para fortalecer su propia influencia y no dudan en usar la religión como palanca de control político.
Lo principal para los argelinos es que las bombas dejen de caer sobre los niños palestinos, rehenes de cálculos geopolíticos criminales.
MK
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