Una definición tabú para algunos políticos españoles, una evidencia pública para otros. La naturaleza autocrática del régimen que controla con mano de hierro Marruecos lleva semanas en el debate público en España. Fue Yolanda Díaz, una de las vicepresidentas del Gobierno, quien la verbalizó primero al calificar de dictadura al país vecino. Sus declaraciones concitaron el apoyo de algunos de sus correligionarios pero también el rechazo del ala socialista del Ejecutivo, volcada en su estrategia de ser el principal valedor de Rabat en suelo europeo.

En Moncloa la consigna sigue siendo evitar cualquier declaración que incomode en el otro lado del Estrecho y el carácter autoritario de la monarquía alauí es junto al conflicto del Sáhara Occidental uno de esos asuntos que pueden dañar las siempre complicadas e inestables relaciones con Rabat. Consciente del hecho, el ministro de Asuntos Exteriores José Manuel Albares, arquitecto de la hoja de ruta con el vecino, redujo la etiqueta empleada por Díaz a “declaraciones a título individual”. Subrayó, además, que “la colaboración y cooperación” además del “respeto mutuo y la responsabilidad” deben primar en los lazos con el Estado marroquí. El PP también ha tratado de esquivar la polémica. Alberto Garzón, por su parte, secundó a Díaz. “Evidentemente me siento muy identificado con todos los aspectos que dijo y ese es uno de ellos”.

¿Qué es Marruecos? La frontera entre democracia y dictadura y la búsqueda de una clasificación que estableciera claramente los bloques ha sido durante años objetivo de las ciencias políticas. Durante más de una década el índice Democracia-Dictadura, desarrollado por un grupo de académicos estadounidenses, sirvió de base. El criterio para establecer a un país a uno u otro lado resultaba simple: la democracia es el único sistema en el que sus ciudadanos pueden deshacerse de sus gobiernos sin derramamiento de sangre. En la última revisión del índice, fechada en 2008, Marruecos era considerada una dictadura monárquica, que junto a la civil y militar constituían las tres tipologías de autocracia.

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