Por el Sr. Boumaza – En la confluencia del Magreb, el África subsahariana y el Atlántico, Mauritania ocupa una posición geoestratégica esencial en África Occidental. Su situación, importante punto de paso de flujos migratorios hacia Europa, en particular vía Canarias, la hace esencial en la lucha contra el tráfico (de armas, drogas, migrantes) y los grupos terroristas sahelianos.
Dotado además de importantes recursos minerales (hierro, oro, cobre, etc.), pesqueros y energéticos (yacimientos de gas natural en alta mar, que comparte con Senegal), atrae la atención y despierta el interés y la codicia de las potencias regionales y mundiales.
Se puede imaginar las exigencias, tensiones y presiones a las que puede verse sometido este país escasamente poblado y de potencia muy media en vista de estos múltiples activos. Entonces, ¿a qué socio(s) deberíamos priorizar en el centro de todas estas cuestiones? Un indicador o criterio de selección sería distinguir entre inversores genuinos y socios estratégicos y depredadores.
En la primera categoría, podemos citar a Argelia, que siempre ha sido un socio tradicional y ha desempeñado un papel importante en el desarrollo económico de Mauritania. Argelia ayudó a Mauritania a crear su moneda nacional, la uguiya, en 1973, cuando este último, bajo el liderazgo de su presidente, Mokhtar Ould Daddah, decidió retirarse del franco CFA. En esta ocasión, Argelia desempeñó un papel clave al brindar asistencia técnica y logística para la emisión de los primeros billetes. Los primeros billetes de uguiya se imprimieron en Argelia, lo que permitió a Mauritania obtener rápidamente su nueva moneda sin depender de las antiguas potencias coloniales, y establecer así su soberanía monetaria y su independencia económica.
Argelia ha desempeñado un papel importante en el desarrollo económico de Mauritania. Apoyó a este último en la explotación de sus recursos energéticos, especialmente el gas natural. Se firmó un memorando de entendimiento para fortalecer la cooperación en la exploración, refinación, almacenamiento y distribución de productos petrolíferos. Los proyectos conjuntos incluyen el estudio del uso de gas licuado de petróleo (GLP) como combustible para vehículos y el desarrollo de la industria de fertilizantes de hidrocarburos.
Argelia participa activamente en el desarrollo de infraestructuras en Mauritania, en particular a través del proyecto vial Tinduf-Zouérate, calificado como el «proyecto del siglo», que pretende mejorar la conectividad entre ambos países, estimular el comercio y promover la integración regional. En el futuro esto debería reforzarse con un ferrocarril.
En el marco de la cooperación bilateral, Argelia ofrece programas de formación para ejecutivos mauritanos, especialmente en los sectores financiero y paramédico. Se están desarrollando proyectos como una escuela de estudios paramédicos y un centro de formación profesional para fortalecer las capacidades humanas en Mauritania, etc. Esta colaboración en múltiples áreas da testimonio de las relaciones fraternales y de apoyo entre los dos países desde su independencia hasta el día de hoy.
En cuanto a otros «inversores», sin rechazarlos, Mauritania, siendo en todo caso un Estado soberano, libre de elegir sus socios (sería, además, erróneo privarse de los dividendos derivados de sus numerosos activos), debe desconfiar de los países que han contribuido a la desestabilización y destrucción de naciones como Sudán, Libia, Yemen, etc. Y, más aún, de un reino vecino expansionista, cuyo plan es hacer realidad la ficción nacida de sus fantasías: el quimérico «Gran Marruecos», que incluye a Mauritania en su totalidad.
En un discurso de Boumediene, supimos que ya en 1963 el rey Hassan II pidió utilizar Tinduf para lanzar su invasión de Mauritania. Una petición, por supuesto, rechazada por las autoridades argelinas, lo que sin duda aceleró la fase 2 del plan de expansión del reino alauita hacia el Este y que desembocó en la Guerra de las Arenas. Por eso Mauritania tendría todo el interés en apoyar la independencia del Sáhara Occidental, lo que crearía un estado tapón entre ella y este reino con sus ambiciones expansionistas irredentistas.
Además, hay pruebas sólidas de que el gobierno argelino estuvo detrás o al menos apoyó la decisión del presidente Ould Daddah de nacionalizar la principal infraestructura minera del país, en particular garantizando la protección militar de Mauritania en caso de agresión por parte de potencias extranjeras (Francia o su vasallo marroquí).
En cuanto a las relaciones entre Marruecos y Mauritania, es necesaria una advertencia, a raíz de la experiencia argelina durante el episodio lunar de Figuig. Durante muchos años, el gobierno argelino, en un espíritu de fraternidad y solidaridad, ha permitido a las familias de agricultores marroquíes explotar estas tierras argelinas.
Sin embargo, en esta ciudad fronteriza se descubrió una operación de tráfico a gran escala que involucraba cantidades considerables de armas y drogas procedentes de Marruecos. Además, para asegurar esta zona y luchar contra estas redes criminales, las autoridades argelinas ordenaron la expulsión de los agricultores, principalmente marroquíes.
Imagínense nuestro asombro cuando miles de personas marcharon por las calles para protestar contra lo que consideraban el «despojo de sus tierras ancestrales», coreando lemas como «nuestras tierras son marroquíes, no argelinas».
Esto ha puesto en alerta a las autoridades mauritanas, sobre todo porque Marruecos considera que todo su territorio le pertenece en virtud de un derecho histórico.