A veces, algún amigo me lo pregunta con cara de no entender nada: “¿Pero por qué te pones así con lo del Sáhara? ¿a nosotros que más nos dá?” Y yo, en vez de saltarles a la yugular —aunque les miro que como si fuese a hacerlo—, intento responder con cierta calma. Suelo empezar por lo básico: si formamos parte de Naciones Unidas, si estamos en la Unión Europea, si todos esos organismos existen y nosotros participamos, será —digo yo— para cumplir lo que allí se acuerda. Para respetar lo que se debate, lo que se firma, lo que se vota.
Y en ese marco —llámalo derecho internacional, llámalo mínimo de coherencia— hay resoluciones claras. Clarísimas. En ellas queda claro el proceso de descolonización del Sáhara Occidental, cuál es el cometido del Estado español, y el de Marruecos. Queda claro —clarísimo— que Marruecos ocupa ilegalmente el Sáhara Occidental, llamado antiguamente Sáhara español. No tiene soberanía sobre ese territorio. España es la potencia responsable de la descolonización, y responsable por tanto de la realización de un referéndum de autodeterminación que no llega nunca. ¿Por qué no llega? Pues porque el Estado español con el PSOE y con el PP no lo hacen efectivo. Mientras tanto, Marruecos se dedica a importar a sus ciudadanos al Sáhara para adulterar la demografía. Una especie de pucherazo étnico, para asegurarse que si un día se vota, ganan ellos. Es una estrategia tan descarada como antigua. Y tan peligrosa como injusta. Pero es posible que ni siquiera eso le haga falta, porque la diplomacia alauita está moviéndose a ritmo vertiginoso para solventar este tema en una votación en Naciones Unidas, sin contar con los saharauis de verdad.
Ese es mi argumento de siempre. Legalidad internacional. Sentido común. Pero además hay otras dos razones que deberían unir a los que se llenan la boca con la unidad de España, la defensa de la patria y todas esas palabras que tanto gustan a algunos.
Porque lo cierto es que una República Árabe Saharaui Democrática, libre e independiente, es garantía —aunque a algunos les escueza— de que Ceuta, Melilla, las Canarias y hasta los peñones esos que nadie sabe ubicar en un mapa, e incluso la isla de Alborán (que forma parte de la provincia de Almería) seguirán siendo españoles. ¿No debería eso bastar para convencer a todos los “muy españoles y mucho españoles”, como diría M. Rajoy?
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