Preocupación en el Gobierno por la crisis de Argelia y el “fallo de cálculo” de Exteriores | España | EL PAÍS

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Preocupación en el Gobierno por la crisis de Argelia y el “fallo de cálculo” de Exteriores | España | EL PAÍS

En el Gobierno se ha instalado una gran preocupación por las dimensiones imprevistas que ha alcanzado la crisis con Argelia. El Ejecutivo, que estaba satisfecho porque daba por cerrada la etapa de tensión con Marruecos gracias al giro sobre el Sáhara Occidental, muy criticado por Unidas Podemos y también con recelos importantes dentro del PSOE, ve ahora cómo se agrava la ruptura con el otro socio estratégico del Magreb y principal suministrador de gas para España. Y todo, en un momento de grave crisis energética. Varios ministros, no solo de Unidas Podemos, muy críticos con este giro, sino también del sector socialista, muestran en privado su inquietud por lo que consideran un “fallo de cálculo” de Exteriores, dirigido por José Manuel Albares, a la hora de medir las consecuencias que podía tener en Argelia una decisión como el giro sobre el Sáhara pensado para cerrar la crisis con Marruecos.

La mayor preocupación es que el conflicto se enquiste y pueda provocar que Argelia haga menos esfuerzos para controlar la migración irregular desde su territorio y eso genere alguna tensión en las costas costas andaluzas o de las Islas Baleares en las próximas semanas, aunque este año la llegada de inmigrantes desde Argelia ha bajado un 35%, según datos de Interior. La capacidad de presión en este asunto de Argelia no es tan fuerte como la de Marruecos, que en dos días de 2021 dejó pasar a más de 10.000 personas hacia la valla en Ceuta.

Fuentes de La Moncloa insisten en que la continuidad de Albares no está en cuestión y el ministro tiene el “apoyo total y rotundo del presidente”, que ha pilotado con él las principales decisiones de esta crisis en los últimos meses. Pero en el Gobierno, en el PSOE y en Unidas Podemos hay muchas dudas sobre la gestión del conflicto visto el resultado. Sánchez y Albares, en contacto permanente —lo que indica también que no está en cuestión su continuidad— han reaccionado con indignación ante la decisión de Argelia. Ambos han optado por una línea dura en la que han encontrado el apoyo de la UE para presionar a Argel para que reconsidere su posición que el Ejecutivo ve como “lesiva para los intereses de España de forma injustificada”. En el Gobierno creen que Argelia está cuestionando indirectamente la soberanía de España a la hora de fijar posición sobre algo que no afecta directamente a los argelinos, como es el Sáhara Occidental.

Fuentes de Exteriores señalan que España no ha hecho absolutamente nada que afecte a Argelia y que pueda justificar una reacción tan agresiva, que en opinión del Ejecutivo está poniendo en cuestión la capacidad del país de tomar de forma autónoma una decisión sobre su posición en el conflicto del Sáhara occidental. Nadie, tampoco en Exteriores, esperaba una reacción así. Los ministros estaban convencidos, porque así se lo había trasladado La Moncloa y Exteriores, de que las cosas con Argelia estaban controladas. La reacción pilló por sorpresa a todos después del pleno sobre el Sáhara en el Congreso y eso ha desatado esas dudas sobre el posible “fallo de cálculo”.

Albares, que sustituyó hace menos de un año a Arancha González Laya, destituida precisamente por la crisis con Marruecos, recibió del presidente el encargo de resolverla como prioridad absoluta. Y lo hizo en pocos meses. Pero nunca imaginó que el coste de lograrlo sería una reacción tan dura de un aliado histórico y fundamental como Argelia, que empezó retirando al embajador, siguió suspendiendo el tratado de amistad y ahora ya directamente está bloqueando el comercio con España, con la excepción del gas, el asunto más delicado.

Fuentes empresariales del sector energético trasladan una gran preocupación por la negociación que tiene en marcha Naturgy con la empresa estatal Sonatrach para revisar los precios del gas, que ya era complicada y se estaba retrasando y ahora con esta tensión política será sin duda más difícil. Nadie se plantea la posibilidad de que Argelia corte el suministro, porque tiene una larga tradición de respetar los contratos y porque le interesa España como cliente, pero se da por seguro que la subida que planteará será muy importante.

Esta vez, ante las dimensiones de la crisis, Unidas Podemos ha decidido no hacer sangre, al menos públicamente, y ha evitado criticar al ministro. Solo Pablo Echenique, el portavoz, con un tono mucho más suave del habitual en él, reiteró que su grupo “lamenta la posición del Gobierno sobre el Sáhara que es el detonante de esta situación” y añadió “si nuestro Gobierno estuviera defendiendo a los saharauis, hoy no estaríamos hablando de Argelia”. “Esperemos que se puedan normalizar las relaciones”, remató. Pero los ministros de Unidas Podemos evitaron las críticas en público. En privado, varios miembros del Ejecutivo de este sector insisten en que Sánchez y Albares cometieron un grave error al creer que podían hacer un giro de ese calibre sin generar un problema muy grave con Argelia.

Lo más novedoso es que también algunos ministros socialistas expresaban en privado sus dudas dado el resultado y sobre todo porque nadie anticipó que algo así pudiera suceder. Hace tres meses, cuando se anunció el giro a través de un comunicado del Gobierno de Marruecos, algo que desconcertó a muchos, desde Exteriores se trasladó a todos los ministros que preguntaron que Argelia había sido informada, y se insistió en que no habría ningún problema con ellos. La retirada del embajador ya descolocó al Gobierno y este último gesto ha confirmado que las cosas estaban muy lejos de resolverse como auguraba Exteriores. Aún así, todos insistían en que el principal responsable de esta escalada es Argelia por una “reacción exagerada” que en ningún caso se corresponde con las decisiones españolas.

En Exteriores tienen muy claro que quien ha tomado una decisión agresiva ha sido Argelia, no España, y por tanto no se puede culpar al agredido. La Moncloa insiste en que la nueva posición española, que Sánchez defendió el miércoles en el Congreso, no supone ni mucho menos una agresión ni para Argelia, que en teoría no es parte en el conflicto, ni para los saharauis, porque en todo momento se habla de una solución “en el marco de Naciones Unidas y mutuamente aceptable”, algo que implica que no habrá nada que no acepten los saharauis. El núcleo duro del Gobierno no entiende por qué Argelia reacciona así con España pero no lo ha hecho con EEUU, que ha ido mucho más lejos a favor de Marruecos sobre el Sáhara, o con Francia, Alemania o Países Bajos, que han seguido líneas muy similares a las españolas sin ninguna represalia argelina, o Emiratos Árabes, que ha llegado más lejos y ha abierto un consulado en El Aaiún, en pleno Sáhara Occidental, reconociendo así la soberanía. En La Moncloa están especialmente indignados con la actitud del PP, que fue quien forzó de nuevo la comparecencia de Sánchez —con algunos socios clave del Gobierno— que en última instancia ha precipitado los acontecimientos y también está señalando que Argelia debe diferenciar entre el Gobierno y los españoles. Ni Sánchez ni Albares se han puesto en contacto con Alberto Núñez Feijóo o algún otro interlocutor del PP para hablar de esta crisis, lo que demuestra la enorme distancia que se está produciendo entre los dos partidos sobre un asunto muy sensible de política exterior. De hecho Feijóo ya ha trasladado a Marruecos que no se siente implicado por el giro de Sánchez y no respaldará nada que no cuente con el apoyo de la mayoría del Congreso, según fuentes del PP. De hecho en el Gobierno español creen que la actitud del PP, con ese rechazo a la línea del Gobierno en política exterior, da alas a Argelia para tomar decisiones como la del miércoles, y por eso exigen lealtad a los populares, pero no parece que haya intenciones de llamarles para intentar que rebajen el tono. Nadie ve pues de momento una salida a la crisis a corto plazo, y la cuestión argelina se puede convertir en uno de los grandes quebraderos de cabeza de lo que queda de legislatura, como antes lo fue la marroquí.

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