COMENTARIO DE «NO TE OLVIDES DEL SAHARA OCCIDENTAL»
El texto de Abderrahman Buhaia vuelve a poner sobre la mesa una realidad incómoda: el Sáhara Occidental no ha sido silenciado solo por la propaganda marroquí, sino también por la complicidad de los gobiernos españoles y de una parte de la prensa. Mientras la sociedad española ha sostenido durante décadas una solidaridad ejemplar —materializada en proyectos como Vacaciones en Paz—, el Estado ha preferido mirar hacia otro lado, cediendo una y otra vez a las presiones de Rabat. Esa fractura entre ciudadanía y poder político es la prueba más clara de una claudicación que se prolonga desde 1975.
El Programa de Lengua Árabe y Cultura Marroquí es un símbolo de esa rendición: un programa que introduce en las aulas españolas la visión colonial marroquí con el beneplácito de nuestras instituciones. Marruecos hace su trabajo: extiende su propaganda. El problema grave es que el Estado español lo legitime y lo integre en su propio sistema educativo, renunciando a defender una narrativa histórica y jurídica que le corresponde. No hablamos solo de desinformación, sino de injerencia y de sumisión política disfrazada de “cooperación cultural”.
No menos alarmante es el papel de ciertos medios de comunicación. Que un diario como La Vanguardia llegue a vincular, de forma interesada y falaz, la causa saharaui con el terrorismo, evidencia hasta qué punto parte del periodismo español ha optado por rendir pleitesía al Majzen. No es ingenuidad, es servilismo. Y cada vez que se difunden esas calumnias, no solo se hiere al Frente Polisario: se alimenta el relato marroquí que criminaliza la resistencia de un pueblo al que ni siquiera se le permite ejercer su derecho a existir libremente.
Por eso, el verdadero escándalo no está únicamente en Rabat, sino en Madrid. Marruecos juega su papel como potencia ocupante, pero es el Estado español el que consiente, blanquea y hasta refuerza sus maniobras. De ahí que cada vez que un gobierno se pliega a los designios del Majzen, lo que se erosiona no es solo la causa saharaui: es la propia dignidad democrática de España. Y ese, al fin y al cabo, es el núcleo de la cuestión que Buhaia nos recuerda con claridad: lo que hay en juego no es solo el destino de un pueblo colonizado, sino la medida exacta de nuestra responsabilidad y de nuestra memoria colectiva.
TEXTO DEL ARTÍCULO «Prestarse al “juego sucio” de Mohamed VI – OPINIÓN de Abderrahman Buhaia en EL INDEPENDIENTE»
En la generalidad de los medios audiovisuales y en la prensa escrita, el tema del Sahara, a pesar de su trascendencia histórica (como asunto de Estado que es); y su marcada relevancia, tanto en la política exterior española como en la doméstica, nunca ha tenido el tratamiento y la cobertura que justamente le corresponde. Siempre ha estado envuelto en un manto de silencio absoluto. Es tan hermético el bloqueo informativo sobre el Sahara, que las dos últimas generaciones de españoles no tienen ni el más mínimo conocimiento de la que, otrora, fue la provincia 53 del Estado español. Aunque la invasión del Sahara y el inicio de la guerra que los saharauis libraban para recuperar su tierra, acaeció cuando España comenzaba, esperanzada, a enfilar el camino de la Transición, que suponía un cambio de paradigma del que se espera que traería espacios diáfanos de libertad y alejaría para siempre la penumbra de la censura franquista; nada cambió para el Sahara. Seguía siendo un tema tabú y, tanto los Gobiernos de la Transición, como los medios públicos y privados seguían dándole la espalda.
Pero si el poder político renegó del Sahara y el mediático lo secundó; el pueblo español que, si bien no puede influir directamente en la toma de decisiones, sí posee la fuerza y la autoridad moral de la que el Gobierno carece, abrazó la causa saharaui como si fuera la suya propia; condenando la ocupación del Sahara y el genocidio de su pueblo, y se solidarizó con los miles de familias que prefirieron resistir estoicamente en el inhóspito desierto de la hamada argelina, antes que someterse al yugo del invasor marroquí.
La sociedad española en su conjunto –en todos y cada uno de los rincones del territorio insular y peninsular– a través de asociaciones vecinales, regionales y nacionales; e instituciones municipales, provinciales y autonómicas, se volcó en la ayuda a los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, desarrollando proyectos de cooperación, fundamentalmente, en el campo de la sanidad, la educación, la atención materno-infantil y la lucha contra la desnutrición. Se construyeron hospitales y escuelas (con nombres de ciudades españolas) que, a pesar del envite del tiempo y de haberse construido con humildes bloques de adobe, todavía siguen en pie. El agua, elemento imprescindible y vital en un medio hostil como el desierto, constituyó una de las prioridades de la acción solidaria. Se habilitaron pozos tradicionales y de sondeo para atender las necesidades de agua potable de la población.
El apoyo incondicional que, con el tiempo, se internacionalizó de tal forma que uno podía encontrarse, fácilmente, en los campamentos, con cooperantes (algunos incluso con sus familias) venidos de todo el mundo, que convivían con los saharauis y compartían con ellos la dureza de su día a día; hizo posible, también, la incursión en el ámbito agrícola, algo inédito en el desierto. Se levantaron huertos –de varias hectáreas– en las wilayas (en los que se cultivaban hortalizas y verduras) que abastecían a hospitales y escuelas y cuya producción, en ocasiones, alcanzaba para un reparto modesto a las familias.
(…)
Abderrahman Buhaia es intérprete y educador saharaui
ARTÍCULO COMPLETO en el original : Prestarse al “juego sucio” de Mohamed VI