En un nuevo episodio de autoengaño diplomático, los medios marroquíes han reaccionado con euforia ante un hecho tan trivial como la aparición de una lata de pintura cerca de la embajada argelina en Rabat. Según esta interpretación interesada, la simple renovación de la fachada del edificio sería señal inequívoca del inminente regreso del embajador de Argelia a Marruecos y del deshielo de unas relaciones bilaterales tensadas hasta el extremo. Se trata, en realidad, de una lectura forzada y reveladora de la ansiedad con la que el régimen marroquí, cada vez más aislado, busca construir el espejismo de una reconciliación con Argel sin mover un solo dedo en la dirección correcta.
Desde Argelia, las autoridades han aclarado que la operación de mantenimiento exterior de la embajada no guarda relación alguna con la situación diplomática, sino que se trata de una intervención de rutina, como las que se realizan periódicamente en todas sus representaciones en el extranjero. Sin embargo, la maquinaria mediática marroquí ha querido convertir una brocha y un bote de pintura en gestos políticos inexistentes, revelando una obsesión casi patológica por forzar una distensión que no se sostiene ni en gestos ni en hechos.
El discurso pronunciado recientemente por Mohamed VI durante la Fiesta del Trono, plagado de fórmulas ambiguas y palabras envenenadas, ha sido interpretado en Rabat como una nueva “mano tendida” a Argelia. Pero detrás del lenguaje almibarado, Marruecos no ha dado ni una sola señal creíble de querer rectificar su política hostil: ni ha renunciado a su campaña de desinformación, ni ha cesado en sus provocaciones, ni ha ofrecido una disculpa por la ruptura de relaciones. El Majzén alterna el chantaje emocional con la arrogancia estratégica, en un juego que Argelia conoce bien y del que no participa.
Argelia no negocia con quien no muestra respeto. Y cualquier normalización de las relaciones bilaterales pasaría, en todo caso, por un proceso claro, soberano y digno, no por interpretaciones delirantes de actos administrativos o maniobras mediáticas. Marruecos, en su intento de simular una apertura que no existe, solo confirma el aislamiento creciente de su política regional y su dependencia estructural de potencias como Francia, cuyo papel hostil hacia Argelia tampoco puede ser ignorado. Mientras Rabat se aferra a símbolos vacíos, Argelia mantiene firme su soberanía y su posición basada en principios.