
Resumen artículo: El malestar juvenil expone las grietas del modelo económico marroquí | Reuters
Las protestas que estallaron en Marruecos a finales de septiembre, lideradas por jóvenes de la llamada Generación Z, se han convertido en las más amplias y violentas desde las revueltas del Rif en 2016 y la Primavera Árabe de 2011. Aunque el país muestra al exterior una imagen de éxito económico y modernización —con inversiones millonarias en carreteras, ferrocarriles, energías renovables y estadios para el Mundial 2030—, las manifestaciones reflejan una ira profunda por la pobreza, la desigualdad y la falta de servicios básicos. En hospitales como el de Agadir, donde ocho mujeres murieron durante el parto, los jóvenes han coreado lemas como “No queremos el Mundial, la salud es lo primero”, denunciando la contradicción entre el gasto en eventos deportivos y el abandono sanitario.
El movimiento #GenZ212, organizado a través de Discord, TikTok e Instagram, alcanzó más de 180.000 miembros en pocos días, demostrando el poder de una generación digital que ya no confía en los canales políticos tradicionales. Las protestas se extendieron desde las grandes ciudades hasta las zonas rurales, donde la precariedad y el desempleo golpean con más fuerza. En localidades como Ait Amira, el crecimiento demográfico y la falta de servicios básicos convirtieron la tensión social en estallido. La represión fue dura: hubo tres muertos por disparos, cientos de detenidos y numerosos destrozos. A pesar de ello, los manifestantes han evitado desafiar directamente a la monarquía, concentrando sus críticas en el gobierno de Aziz Akhannouch y en la corrupción institucional.
Tras los disturbios, el Ejecutivo ha adoptado un tono más conciliador. El ministro de Empleo reconoció la legitimidad de las demandas, y el primer ministro prometió diálogo, aunque sin medidas concretas. Analistas y observadores esperan ahora el discurso del rey Mohamed VI ante el Parlamento, donde podría anunciar concesiones para calmar el malestar antes de la Copa Africana de Naciones y el Mundial. Pero más allá de lo coyuntural, el artículo de Reuters advierte de un cambio de fondo: una generación sin miedo, desconectada de los partidos y consciente de su poder digital, que exige algo que el régimen no puede simular con propaganda ni megaproyectos: justicia social, servicios públicos y dignidad.
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