Tienen todo en contra, pero aguantan. El coronavirus ha llegado a los campamentos saharauis en mitad de una ola de calor insoportable, que además, ha coincidido con la festividad más importante del Islam.
Una tarde española, cuando el calor apremia al ardor de la comida recién finiquitada, puede llegar a complicarse. El sudor derramado en el sofá, el agua en la nevera aún por enfriarse y los helados que no satisfacen ni compensan el fuego veraniego que irrumpe por esa ventana inocentemente abierta desde la mañana, cuando una pequeña brisa dio algo de tregua.
El verano en España, que no es moco de pavo, no tiene parangón con los meses de calor que sufre el pueblo saharaui, afincado en los campamentos a las afueras de Tinduf, la ciudad argelina que delimita el inicio el yermo, el comienzo de la nada hasta Tombuctú y Kifa, las primeras urbes al sur del desierto. Unos 2.000 kilómetros de vacío inhabitado, escasamente interrumpido por pequeñas poblaciones, nómadas, y algún que otro beduino.
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Tienen todo en contra, pero aguantan. El coronavirus ha llegado a los campamentos saharauis en mitad de una ola de calor insoportable
Por @JoseCarmonaGilohttps://t.co/xIN3kVsQlc
— Público (@publico_es) August 8, 2020
Artículo completo en el original: Sáhara Campamentos: Una vida al calor del Sáhara en plena pandemia | Público