SAHARA OCCIDENTAL | Europa no es un actor neutral: forma parte del problema – Victoria G. Corera

SAHARA OCCIDENTAL | Europa no es un actor neutral: forma parte del problema – Victoria G. Corera

Europa no solo mira hacia otro lado ante el conflicto del Sáhara Occidental: su actitud, lejos de ser una simple indiferencia, se parece más a una complicidad calculada. Décadas después del abandono español y de las resoluciones de la ONU que reconocen el derecho del pueblo saharaui a decidir libremente su futuro, la Unión Europea mantiene y refuerza sus acuerdos con Marruecos, incluyendo los que afectan directamente a los recursos naturales del territorio ocupado. No se trata solo de inacción; es la elección deliberada de proteger intereses económicos y estratégicos, aunque esto implique legitimar la ocupación y perpetuar la vulneración de derechos humanos.

Los acuerdos comerciales entre la UE y Marruecos, especialmente los pesqueros y agrícolas, son el ejemplo más claro de esta complicidad. A pesar de las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que han dejado claro que el Sáhara Occidental es un territorio distinto de Marruecos y que su población debe dar su consentimiento para la explotación de sus recursos, Bruselas ha buscado fórmulas para seguir beneficiándose de estos acuerdos, incluyendo las aguas y tierras saharauis. Lejos de presionar a Marruecos para que respete el derecho internacional, Europa ha optado por blindar su relación económica, convirtiéndose así en cómplice directa del expolio.

Esta complicidad se extiende también a la esfera política y diplomática. Marruecos es un socio clave para Europa en cuestiones como el control de la inmigración, la lucha antiterrorista y la estabilidad del norte de África. Esa colaboración estratégica convierte al régimen marroquí en un interlocutor privilegiado, y a cambio, la UE evita cualquier presión real para la celebración del referéndum de autodeterminación que el propio Consejo de Seguridad de la ONU aprobó hace más de tres décadas. Europa sabe que apoyar de verdad la autodeterminación del Sáhara Occidental supondría tensar sus relaciones con Marruecos, un precio que no está dispuesta a pagar.

Mientras tanto, la población saharaui vive las consecuencias de esta política de cálculo y silencios. En los territorios ocupados, las manifestaciones pacíficas son reprimidas y la vulneración de derechos humanos se mantiene en la sombra, protegida por la complicidad internacional. En los campamentos de refugiados de Tinduf, generaciones enteras han crecido viendo cómo Europa firma acuerdos que legitiman la ocupación de su tierra natal. Europa, que presume de defender los derechos humanos y la legalidad internacional, se beneficia de los recursos de un territorio que no le pertenece, reforzando con ello la ocupación marroquí.

La responsabilidad europea no es abstracta ni lejana: las decisiones que se toman en Bruselas tienen un impacto directo en el sufrimiento diario de decenas de miles de saharauis. No se trata solo de que Europa “no haga lo suficiente”: es que hace demasiado, pero en la dirección equivocada. Financiar y respaldar al ocupante mientras ignora al ocupado no es neutralidad; es tomar partido por el más fuerte, por interés.

Frente a esto, la Unión Europea podría y debería situarse del lado de la justicia, suspendiendo los acuerdos que incluyan recursos del Sáhara Occidental hasta que su pueblo pueda decidir libremente su futuro, y apoyando de forma activa la celebración del referéndum prometido. Sin embargo, mientras persista esta complicidad, Europa seguirá formando parte del problema. Porque no basta con declarar principios: lo que define de verdad la posición de un actor internacional son sus actos. Y, hasta hoy, los actos de Europa han contribuido más a la perpetuación del conflicto que a su resolución.

PLATAFORMA «No te olvides del Sahara Occidental»