Medio siglo de olvido y abandono. En 1975, miles de saharauis fueron expulsados de su territorio después de que Marruecos impulsase la Marcha Verde y ocupase lo que por aquel entonces era una colonia española. Más de 300.000 civiles marroquíes con unidades militares camufladas llevaron a cabo una ocupación que obligó —según los cálculos de Amnistía Internacional— a casi la mitad de la población del Sáhara Occidental a refugiarse en los campamentos de Tinduf (Argelia), donde se estableció el gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), autoproclamada y reconocida por más de ochenta países.
Cinco décadas más tarde, la represión marroquí no ha cesado. Desde entonces, más de 173.000 saharauis han vivido en condiciones de extrema precariedad en estos campamentos, donde dependen casi por completo de la ayuda internacional para sobrevivir. En pleno desierto, entre jaimas y un clima extremo que oscila entre los 55°C y los -3°C a lo largo del año, la población saharaui enfrenta ahora nuevas amenazas: el hambre y las inundaciones.
Desde el Consorcio de ONG que apoya a la población saharaui refugiada en los campamentos de Tinduf alertan sobre el “continuo deterioro de su situación humanitaria”. La reciente reducción de las raciones alimentarias —consecuencia de la inflación derivada de la pandemia y el contexto bélico mundial— ha provocado que desde noviembre de 2023 el Programa Mundial de Alimentos (PMA) haya reducido en un 30% las raciones alimentarias a una población que depende casi exclusivamente de esta asistencia. Esta situación ha sumido a miles de familias en una crisis de desnutrición severa, tal y como informan desde la red de entidades sociales.
¿Los más vulnerables? La población infantil y las mujeres lactantes, que enfrentan crecientes tasas de anemia y malnutrición. Tal y como cifra el estudio de vigilancia nutricional de los campos de refugiados saharauis realizado por UNHCR-ACNUR, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y INRAN, el contenido en micronutrientes y minerales de la ración diaria no es suficiente para cubrir las necesidades de la mayoría de los individuos. Según Vega Díez Pérez, Coordinadora Internacional de CERAI, la reducción no solo ha afectado a la cantidad de las cestas alimentarias, sino también a la calidad de los alimentos básicos. “Las raciones ahora consisten principalmente en harina de trigo, cebada, aceites y algunas legumbres, mientras que los alimentos frescos y los productos con alto contenido en micronutrientes han disminuido drásticamente”, apunta Díez.
“Las ONG son las que aportan los productos frescos, aunque no van más allá de patatas y cebolla para sumar un aporte nutritivo a la cesta”
De acuerdo con las directrices del ACNUR, la OMS, el UNICEF y el PMA sobre Necesidades Alimentarias y Nutricionales en Emergencias, la cesta de alimentos debe ser adecuada y aportar 2.100 kilocalorías y micronutrientes esenciales. Sin embargo, la cobertura sólo se alcanza en el caso de la tiamina y la niacina, contenidas principalmente en los cereales. La riboflavina, la vitamina C, el calcio, el hierro y la vitamina A se suministraron en niveles extremadamente bajos por la falta de proteínas animales, frutas y verduras frescas en las raciones de alimentos. Asimismo, las comparaciones de datos entre 2002 y 2005 indican que la anemia ha aumentado notablemente en niños y mujeres no embarazadas, al igual que el retraso del crecimiento. Unos datos que contrastan con la tendencia positiva documentada entre 1997 y 2002.
“Las ONG son las que aportan los productos frescos, aunque no van más allá de patatas y cebolla para sumar un aporte nutritivo a la cesta”, explica Mohamed Embarec Lehbib, saharaui cooperante de CERAI en el terreno. La respuesta a esta situación lleva a iniciativas como la creación de huertos familiares, proyecto que él mismo lidera y busca proporcionar productos frescos a las familias para complementar las raciones básicas. El coordinador del proyecto incide: “La gente aquí sufre de desnutrición. Cada vez más niños y niñas se ven afectados por desnutrición crónica”.
Sectores básicos como la salud y la educación también se han visto afectados y es gracias a las agencias humanitarias y al apoyo de Argelia que los campamentos han ido desarrollando infraestructuras clave que les permiten acceso a agua, comunicación o electricidad y les han permitido sobrevivir a las condiciones del terreno.
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