El Ejército de ocupación marroquí ha instalado un extensivo sistema de vigilancia, que incluye cámaras de reconocimiento y sensores de movimientos, en los territorios ocupados del Sáhara Occidental, según revela ECSaharaui en exclusiva. Este medio ha tenido acceso a información sobre este tema.
Por A.H y Lehbib Abdelhay
El Aaiún ocupado (ECS).- Desde que restalló la guerra en el Sáhara Occidental hace ya tres años, la represión que las fuerzas del régimen marroquí ejercen contra los saharauis con el objetivo de eliminarlos física e ideológicamente ha ido ‘in crescendo’. La gran ola de represalia que se desató en los primeros meses de guerra, en mayor medida contra periodistas y activistas de derechos humanos, especialmente mujeres y jóvenes menores, provocaron protestas que también fueron desmanteladas por las fuerzas de ocupación marroquíes.
El cerco en los territorios ocupados es extraordinariamente intenso, la red represiva es implacable y alcanza a todos los sectores, áreas y ámbitos de la sociedad civil saharaui residente en las ciudades de El Aaiún, Smara, Dajla y Bojador. Sometidos ya no solo a violencia física, sino a la discriminación laboral, escolar y profesional. Una segregación que usa como criterio el pensamiento político de cada individuo y su condición de ser saharaui.
Los ojos y oídos de Marruecos:
La ocupación marroquí mantiene su control de las zonas ocupadas del Sáhara Occidental, no sólo militarizando las calles y grandes avenidas, sino también desplegando informantes dentro de los barrios populares en forma de mendigos o guardias en los estacionamientos, mezquitas, tiendas, cafeterías etc., sin mencionar la política de muy medida distribución de la población que el ocupante ha adoptado desde el levantamiento de Gdeim Izik, que los sumergió en un estado de pánico. Sus agencias, conocidas por su incomparable precisión en la gestión, el secreto y la organización, recurrieron a establecer familias de colonos en los populares barrios saharauis. Más bien, se aseguraron de que las plazas de población se dividieran equitativamente entre saharauis y colonos, de este modo se rompe con la tradicional la incubadora popular de los héroes del levantamiento, que tomaron estos barrios como refugio para salvarse de la persecución y el arresto. Es un método antiguo y nuevo utilizado por la ocupación desde su invasión del Sáhara Occidental a mediados de los años 1970 hasta ahora. Francia lo aprendió muy bien de la ‘Casbah’ argelina y fue el asesor clave de Marruecos en la criminal ocupación que aún mantiene.
Además del asedio demográfico impuesto, la ocupación restringe la libre circulación de quienes entran y salen de las ciudades ocupadas, la ocupación impone un tipo diferente de asedio que le permite rastrear los movimientos de los activistas políticos y reconocidas figuras saharauis, así como penetrar en sus círculos sociales, relaciones personales, monitorear la seguridad y las personas que constantemente los visitan, en ocasiones incluso se llega a monitorear el tipo de compras que realizan, sus lugares de compras, fuentes de ingresos económicos etc. Esto se hace colocando cámaras de vigilancia pertenecientes a la inteligencia de ocupación marroquí directamente en las calles, tiendas, cafeterías y salones de bodas, especialmente para impedir el izamiento de banderas de la República Saharaui y prohibir la interpretación de canciones revolucionarias, algo por lo que el Ministerio de Interior marroquí señaló a los artistas saharauis y les advirtió de las consecuencias de interpretar cualquier canción revolucionaria, amenazando a quienes violaran estas órdenes. Se registraron muchos casos de intromisiones en los salones de bodas durante la interpretación de canciones revolucionarias. Un caso entre ellos fue el que sucedió el verano pasado donde los asistentes fueron agredidos, se rompieron instrumentos musicales, la banda fue acosada y el artista Malainin Huda fue interrogado. Otros invitados presentes fueron perseguidos y agredidos.
Tras la normalización de Marruecos con la entidad sionista junto con la reanudación de la lucha armada, Rabat proporcionó todas las concesiones y privilegios a esta última a cambio de proporcionarle apoyo logístico en su guerra contra los saharauis, tanto militar como civil.
Marruecos recibió lotes de drones israelíes, incluidos los suicidas y portadores de misiles. Entre estos drones, recibió drones de reconocimiento con GPS para determinar ubicaciones y tomar fotografías aéreas, y de hecho comenzó a utilizarlos a principios del año 2024.
La inteligencia de la ocupación marroquí fue más allá y se encomendó una tarea; fotografia aérea de los hogares de todos los saharauis y la determinación de su ubicación geográfica, cada uno según el ámbito en el que opera y según su división administrativa. Esta tarea tiene como objetivo dos aspectos, una relacionada con la seguridad y la recopilación de inteligencia, y la segunda está estrechamente vinculada con el recuento de los saharauis en comparación con los colonos que inundaron las zonas ocupadas en los últimos diez años, lo que cambió la realidad demográfica de las ciudades ocupadas, que ahora constituyen las tres terceras partes de sus habitantes.
Este seguimiento diario, desde todos los ángulos, con datos e imágenes en tiempo real, permite a la ocupación controlar completamente la vida de los saharauis e imponer un control sobre sus fuentes de sustento, a veces para chantajearlos y otras veces para negociar, entre la opción de continuar con la fuente de sustento y delatar a un hijo, una hija, o un familiar porque lucha contra la presencia de los marroquíes. En ambos casos, las consecuencias la sufre la familia saharaui, bien sea que pierdan un puesto de trabajo por el activismo de uno de sus miembros, o uno o varios de sus miembros acaban brutalmente torturados a causa de la delación de otro familiar.
Esta persecución y vigilancia permanentes no se limitan a la zona urbana, sino que se han ampliado en los últimos cinco años hasta extenderse al desierto abierto, a los beduinos y a los lugares de pastoreo de los nómadas saharauis, vigilando de cerca sus movimientos y actividades diarias por temor a una sorpresa de seguridad, como dicen los securócratas del Májzen, ya que está prohibido montar más de tres tiendas de campaña juntas. En este sentido cabe señalar que también está prohibido construir cualquier tienda de campaña fuera de un radio de 60 km de las ciudades ocupadas, y todo tipo de reuniones están terminantemente prohibidas. Prohibidas incluso las visitas a las tumbas, lugares icónicos y celebraciones en santuarios, que requieren de una licencia expedida por el Ministerio del Interior de ocupación y deben ser atendidas por sus representantes. Como condición, las autoridades de ocupación exigen izar la bandera de Marruecos durante el evento y pronunciar unas palabras que glorifiquen su monarca Mohamed VI.
Finalmente, cabe señalar que la ocupación comenzó a utilizar la tecnología del reconocimiento por el iris y el diseño de la estructura craneal dentro de los territorios ocupados desde el verano de 2023, vinculando este procedimiento al Fondo de Seguridad Social y vinculando este último a cualquier documento administrativo que el individuo desee extraer. Así, primero exige a los saharauis que obtengan el código para el censo del Fondo de Seguridad Social, así obliga a todos a pasar por este procedimiento de seguridad y almacenar sus datos.
El régimen marroquí ha convertido a los territorios saharauis ocupados en una especie de extensa prisión al aire libre, usando la represión desproporcionada como instrumento para intimidar y crear consenso por la fuerza de la violencia, infligiendo para ello: palizas, torturas, persecuciones, violaciones, juicios arbitrarios, asaltos y arrestos domiciliarios, cortes deliberados de electricidad, agua y telefonía, entre otro tipo de violencias documentadas y grabadas, que suponen el tronco vertebral de la política colonial marroquí para mantener su ocupación.