La jornada deja claro que la cuestión del Sáhara Occidental sigue provocando reacciones en múltiples frentes. En el ámbito diplomático, Marruecos redobla sus esfuerzos por consolidar una ocupación ilegal del territorio, recurriendo incluso a la propaganda visual: en Moscú, la embajada marroquí ha exhibido un mapa que anexiona el Sáhara Occidental, en un nuevo intento de borrar su estatus internacional de territorio no autónomo pendiente de descolonización. Mientras tanto, las relaciones entre Rabat y Ottawa se tensan por la posición de Canadá, que insiste en una solución conforme al derecho internacional. En este contexto, Francia vuelve a ser señalada como un actor central del bloqueo, al promover el plan marroquí de autonomía, calificado por diversas fuentes como una maniobra para perpetuar la ocupación. La organización Western Sahara Resource Watch (WSRW) ha alertado también a la Unión Europea frente a cualquier intento de eludir las sentencias del Tribunal de Justicia, que prohíben negociar con Marruecos sobre recursos del territorio ocupado.
En el ámbito cultural, crece la controversia por el rodaje de La Odisea, la nueva película de Christopher Nolan filmada parcialmente en Dajla ocupada. La crítica no se limita a organizaciones saharauis como el FiSahara: el actor Javier Bardem ha calificado el proyecto como un intento evidente por borrar la identidad saharaui. La polémica pone sobre la mesa la responsabilidad ética del cine cuando actúa en territorios bajo ocupación y refuerza la importancia del activismo cultural. En esa línea, Cultura Inquieta ha difundido una entrevista con la joven activista Tesh Sidi, mientras Fatma Galia, desde Resumen Latinoamericano TV, subraya la necesidad urgente de romper el cerco mediático que silencia la causa saharaui, especialmente en los medios de habla hispana.
Finalmente, el programa Vacaciones en Paz 2025 sigue siendo una herramienta clave de sensibilización. El Ayuntamiento de Lanester, en Francia, organizó un acto oficial de bienvenida a los niños y niñas saharauis acogidos este verano. En Cantabria, asociaciones como Alouda y Cantabria por el Sáhara, junto a la Delegación Saharaui, han publicado un comunicado conjunto en el que advierten que este programa no debe convertirse en una rutina que oculte la tragedia del exilio forzado. En Tenerife, el Instituto de Astrofísica de Canarias y el Museo de la Ciencia y el Cosmos han abierto sus puertas a las familias de acogida. En Segovia, Izquierda Unida ha presentado una moción para establecer un convenio estable con la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui. Todos estos actos, diversos pero conectados, muestran que Vacaciones en Paz no es solo una experiencia solidaria, sino también un grito colectivo contra el olvido de un pueblo que sigue esperando justicia.