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En ese momento, me enteré del caso de Naâma Asfari, que había sido detenido en 2010 y estaba cumpliendo una condena de treinta años por su activismo sobre la ocupación del Sahara Occidental. Su caso y el de Khatri Dadda, un joven periodista saharaui detenido en 2019 y condenado a veinte años, llamaron la atención de Mary Lawlor, relatora especial de la ONU sobre la situación de lxs defensorxs de los derechos humanos. En julio de 2021, Lawlor declaró: «Los defensores de los derechos humanos que trabajan en cuestiones relacionadas con los derechos humanos en Marruecos y el Sahara Occidental no sólo siguen siendo criminalizados injustamente por sus actividades legítimas, sino que reciben penas de prisión desproporcionadamente largas y, mientras están encarcelados, son sometidos a tratos crueles, inhumanos y degradantes y a torturas». En las oficinas de las organizaciones de derechos humanos y de lxs abogadxs que trabajan incansablemente en su favor se encuentran a menudo fotografías de estos dos hombres y de muchas otras personas. Es gente como Alaa y sus compañeros y compañeras, con luchas similares en lugares tan lejanos como Colombia e India.
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