Por Mohamed K. – La visita de Staffan de Mistura a Argel este martes, como enviado personal del Secretario General de la ONU para el Sáhara Occidental, no deja lugar a dudas: la cuestión saharaui es, en efecto, un asunto de descolonización, y no una simple disputa territorial que Marruecos intenta desesperadamente camuflar bajo su falaz plan de autonomía. Al optar por hablar desde Argel, De Mistura, sin decirlo explícitamente, ha enterrado la impostura propagada por el régimen depredador del Majzen. Sin embargo, el Marruecos oficial y sus patrocinadores —Francia e Israel— son muy conscientes de que el referéndum de autodeterminación, a pesar de estar garantizado por las resoluciones de la ONU, será una rotunda negación.

Pero más allá de la obstrucción diplomática, la naturaleza misma del régimen marroquí está ahora al descubierto. Lejos de ser una monarquía sólida, el Majzen es una potencia en sus últimas. Las revelaciones sobre el pacto sellado con Israel, un aliado controvertido para la mayoría de la población marroquí, son solo la punta del iceberg de intrigas y compromisos destinados a salvaguardar un trono al borde del colapso. Este pacto, los Acuerdos de Abraham, no tiene otro objetivo que consolidar la supervivencia política de la familia real ante la creciente disidencia interna y una sociedad civil cada vez más consciente. Así lo reveló un reciente informe estadounidense.

La monarquía, obsesionada con perpetuar su poder, libra una tortuosa guerra interna por la sucesión. La repentina aparición de Salma, la esposa de Mohammed VI, en Fez, lejos de ser un simple acto protocolario, forma parte de este tira y afloja. Mientras tanto, los allegados del rey —su hermano y hermanas— ya se preparan para huir a Francia, anticipando una venganza implacable en palacio, escenario de constantes conspiraciones y traiciones.

Este clima de caos interno repercute directamente en la política exterior de Marruecos, que intenta enmascarar su debilidad con declaraciones arrogantes en la ONU, como la de su inamovible representante, Omar Hilale, quien afirmó que la cuestión saharaui estaría «cerrada en 2025». De Mistura, al viajar a Argel, literalmente abofetea esta arrogante afirmación, recordándonos que el derecho internacional no puede estar sujeto a los caprichos de un régimen en decadencia.

El veredicto saharaui, cuando finalmente se dicte, será una humillación histórica para el Majzen: un rechazo masivo a esta vergonzosa monarquía, símbolo de injusticia y despojo. El régimen marroquí, cimentado sobre el miedo y la represión, solo puede temer este momento. Pero el pueblo saharaui no se dejará engañar, y su lucha por la libertad y la dignidad sigue siendo, más que nunca, el tema central que hará caer las máscaras.