Cada tarde después de la oración de El-Aser, Salka entraba en su cocina de adobe y en una olla pequeña y oxidada calentaba agua. Cuando el líquido empezaba a soltar burbujas, dejaba caer en su interior un biberón y dos chupetes; minutos después los retiraba. En otro cuenco de metal mezclaba tres cucharas de leche en polvo...