No son pocos los libros que se han escrito sobre la historia reciente del pueblo saharaui, que ya tiene una duración de 50 años, desde que, en noviembre de 1975, el último gobierno de la dictadura franquista lo traicionó y en febrero de 1976 lo abandonó, dando facilidades militares a la invasión marroquí, hasta el día de hoy, en el que un gobierno elegido democráticamente ha sentenciado formalmente la traición y el abandono, sin ningún empacho en autoproclamarse garante del progresismo, que lo reduce a una palabra; de guardián del Derecho Internacional, en que ha satisfecho el capricho de excluir para ´él lo legislado en materia de descolonización, que asiste al derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, última colonia en África, que lo fue de España, y de la que España no ha dejado de ser Potencia Administradora.
Nada menos que de defensor de los Derechos Humanos se envanece este jefe de gobierno, mientras, en los Territorios Ocupados del Sahara Occidental, la población saharaui, sufre persecución, encarcelamiento, tortura, muerte y desaparición, por el mero hecho de ser saharauis, en una suerte de calvario de la vida cotidiana, en tanto una parte importante de sus familias padecen, en campos de refugiados, los rigores extremos del exilio en la hamada argelina, la parte más dura e inhóspita del desierto del Sahara.
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