El primer ministro marroquí, Aziz Akhannouch, utilizó la tribuna de la 80ª Asamblea General de Naciones Unidas para repetir el viejo discurso del Majzen: la autonomía como “única solución realista”. Marruecos vistió su plan de adjetivos rimbombantes —“realista”, “duradero”, “pragmático”—, pero lo que presentó no es más que una imposición colonial que contradice de manera flagrante el derecho internacional.
“Autonomía como única solución realista”: El Sáhara Occidental no es “Sáhara marroquí”
Es un territorio inscrito desde 1963 en la lista de territorios no autónomos de la ONU, pendiente de descolonización. La Corte Internacional de Justicia, en 1975, dictaminó que Marruecos no tenía soberanía sobre el territorio. El único titular del derecho a decidir es el pueblo saharaui. La autonomía bajo soberanía marroquí significa negar ese derecho.
“Apoyo creciente de la comunidad internacional”: Akhannouch habló de mayoría de Estados alineados con la autonomía. La realidad es otra: ningún país del mundo reconoce jurídicamente la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Ni siquiera aquellos que elogian el plan de autonomía —España, Francia, Estados Unidos— se atreven a reconocer la anexión. Marruecos busca convertir la repetición diplomática en un hecho consumado, pero el derecho sigue intacto: soberanía saharaui.
“Respetar la soberanía e integridad territorial de Marruecos”: Es un argumento tramposo: el Sáhara Occidental nunca formó parte de Marruecos. La frontera está definida desde la colonización española y confirmada por el derecho internacional. Reivindicar soberanía sobre el Sáhara es equivalente a justificar anexiones coloniales en pleno siglo XXI. Naciones Unidas jamás ha reconocido esas pretensiones.
“El Sáhara como tierra de oportunidades gracias al desarrollo marroquí”: Lo que Rabat llama desarrollo es expolio. Fosfatos, pesca, arena, agricultura y energías renovables son explotados ilegalmente. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea lo ha dicho con claridad: Marruecos no tiene derecho a negociar ni explotar recursos saharauis sin el consentimiento del pueblo saharaui. Presentar ese saqueo como modelo económico es cinismo colonial.
“La cuestión está en una encrucijada histórica, hay que pasar página”: El derecho a la autodeterminación no caduca. No es un libro que Marruecos pueda cerrar. Medio siglo después de la invasión, la ocupación sigue siendo ilegal y el pueblo saharaui mantiene intacto su derecho. Pasar página sin referéndum sería legitimar un crimen y enterrar la propia Carta de Naciones Unidas.
“El Sáhara es hoy plataforma de paz y estabilidad”: La realidad contradice ese relato. En el Sáhara Occidental ocupado hay represión diaria, presos políticos, un muro militar de 2.700 km plagado de minas antipersona y bombardeos con drones contra civiles. Eso no es paz, es ocupación. Lo que Marruecos ofrece no es estabilidad, sino militarización y violencia estructural.
El discurso de Marruecos en la Asamblea General es pura propaganda colonial. El autodenominado “plan de autonomía” no resuelve nada: perpetúa la ocupación y normaliza la impunidad. La única salida justa y duradera es la que la ONU aprobó en 1991 y que Rabat sigue bloqueando: un referéndum de autodeterminación libre, justo y con garantías. Todo lo demás es propaganda para ocultar un crimen.