FOTO: Recepción de niñas y niños saharauis del programa ‘Vacaciones en Paz’, en el Congreso de los Diputados, a 16 de julio de 2025, en Madrid (España).Carlos Luján / Europa Press
Por Sato Díaz*
La historia reciente del pueblo saharaui está íntimamente ligada a España en una doble vertiente. Por un lado, su devenir político es, en gran parte, consecuencia de las traiciones del Estado español al Derecho Internacional a través de sus gobiernos (Carlos Arias Navarro, Felipe González, Pedro Sánchez…) o de los propios jefes de Estado (Juan Carlos I). Por otro lado, son dos pueblos que se dan la mano a través de distintas iniciativas solidarias y, por ello, siguen compartiendo un imaginario común y continúan caminando juntos. Este verano aterrizaban en España 3.000 niños y niñas saharauis para convivir estas semanas con otras tantas familias españolas, para alejarse de las penurias climáticas de la hamada argelina durante estos calurosos meses estivales, recibir las revisiones médicas pertinentes y conocer otros paradigmas («otros paisajes», en palabras de Marcos Ana) que les permitan hacer volar su imaginación y así creer y crear otros mundos posibles.
«La zona Azul es Gitana, la Roja Morapia, para que os hagáis una idea». Al mismo tiempo que el programa Vacaciones en Paz, organizado por las asociaciones de amistad con el pueblo saharaui de todo el Estado, se celebra otro año más, veíamos cómo en la localidad murciana de Torre Pachecho grupos de neonazis y de fascistas se organizaban para llevar a cabo «cacerías» contra la población migrante, especialmente magrebí, del municipio. La ultraderecha política, Vox, azuzaba la reacción contra nuestros vecinos migrantes; el PP se ponía de perfil y pronunciaba los discursos más duros contra la migración; los influencers ultras se hacían servir de la mentira y el bulo para calentar el ambiente y fomentar el conflicto.
Estos días de julio hemos podido comprobar desde muy cerca cómo la ultraderecha actúa siguiendo un mismo patrón en diferentes países. Aprovechan un hecho aislado para desvirtuarlo a través de sus pseudomedios y las redes sociales. De este modo, logran caldear el ambiente, alimentar el odio y enfrenar a población blanca, también castigada socioeconómicamente, contra la migrante. Aprovechan así, en muchas ocasiones, un estado emocional negativo, de desesperación, para conducirlo en contra de las personas racializadas. De esta manera el débil se siente más importante, en definitiva menos débil, al intentar someter a otra persona que es más débil todavía. Así se insertan en el conflicto ideologías ultras de la derecha, las cuales, sin apelar a la razón, logran desviar el foco de los verdaderos problemas y culpables que empobrecen a una población. Conceptos como ‘remigración’ o ‘aceleracionismo’ tienen, de esta manera, cada vez más seguimiento y el contexto social es el caldo de cultivo para ello. La ultraderecha impone su marco ideológico controlando cada vez más medios de comunicación, cada vez con más éxito, logrando más y más influencia política, liderando gobiernos, moldeando el mundo según sus intereses.
Día tras día, noche tras noche, el resultado de estos días de julio ha sido un pueblo, en este caso Torre Pacheco, dividido y enfrentado. Personas blancas vs racializadas. Ultras vs. vecinas del pueblo que grababan las «cacerías» asustadas desde sus ventanas. Neonazis y fascistas llegados de todo el Estado para obedecer al llamamiento vs. residentes que veían cómo su municipio abría trágicamente el telediario un día tras otro. Una sociedad rota, cada vez más hecha añicos, en la que se expanden cada día con más fuerza las ideas y prácticas que intentan acabar con la diversidad e imponer una única forma de ser y de estar. Cada vez individuos más aislados y menos comunidad.
Y mientras todo esto ocurría estos últimos días, niñas y niños saharauis verán este verano por primera vez una piscina y nadarán sus primeros largos. Un abuelo manchego explicará a Mohamed historias de su infancia y de las calles de ese poblachón a las que salen cuando oscurece para refrescar. Sultana y su hermana de acogida Teresa se engancharán a escondidas a un reality por las noches. En el campamento de los scouts de este año el cuarto día llegó un nuevo compañero que se llamaba Abdullah. Centenares de familias españolas empiezan a tener, sin saberlo todavía, una familia saharaui en los campamentos de población refugiada de Tinduf. No se imaginan que la próxima Nochevieja la pasarán celebrando el rito de los tres tés bajo una haima y cenarán cuscús.
Cuando el año pasado, ultras de todo Reino Unido salieron a «cazar» musulmanes motivados por el bulo de que el autor del asesinato de unas niñas fue un musulmán, fue la respuesta ciudadana, antirracista y organizada la que frenó a los fascistas y su violencia. Ante los intentos de truncar la convivencia entre vecinas y vecinos que comparten calles, plazas y parques, son necesarias iniciativas que construyen vínculos entre pueblos separados por miles de kilómetros. Vacaciones en paz para las niñas y niños saharauis vs. el verano caliente contra las personas migrantes que los fascistas intentan generar. «Si salgo un día a la vida, mi casa no tendrá llaves: siempre abierta, como el mar, el sol y el aire», recitaba Marcos Ana, tras salir de las prisiones franquistas, en su poema Mi casa y mi corazón.