IÑIGO BULLAIN 07.07.2020
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Entre los políticos más representativos de la violencia generada por el imperialismo contemporáneo tal vez sea Henry Kissinger el mayor criminal de estado vivo. Sus políticas represivas como secretario de Estado americano para Chile o Vietnam, Sudamérica e Indonesia son un ejemplo de cómo la ideología capitalista también se puede asociar, en nombre de la libertad y la democracia, con la desposesión, la persecución, o el asesinato de masas. Kissinger, quien de profesor universitario pasó a ser un político que recurría a arrojar napalm y quemar vivos a miles de vietnamitas; a impulsar, como en Chile, golpes militares; o a dar el visto bueno a invasiones y masacres, como las de Timor Oriental o el Sahara Occidental, también representa la turbia connivencia de la academia con la criminalidad política. Esa vocación criminal enmascarada como realpolitik incluso fue galardonada con el premio Nobel de la paz en una suerte de apología del sarcasmo institucional. La banalidad con la que se interpreta el crimen político asociado a semejante curriculum ha permitido que Kissinger haya disfrutado durante su largo retiro de una completa impunidad. Morirá en Manhattan, sin ser inculpado, rodeado de un halo de admiración política y académica que le ha procurado enormes beneficios mediante millonarios pagos por conferencias. Una retribución habitual que suele acompañar en diferido a otros criminales de Estado.
Profeso de Derecho Constitucional y Europeo de la UPV/EHU
Artículo completo en el original: Violencia, impunidad y racismo – Noticias de Gipuzkoa