Este verano una amiga me hizo una pregunta ¿y por qué lo haces? Al ver mi cara de sorpresa ella misma se contestó: “Por humanidad”. Me dejó perplejo porque simplemente yo ya olvidé el por qué.

Hace ya muchos años, allá por 1995 inicié un proceso de acogida temporal de niños cuyo origen son los campamentos de refugiados saharauis, que están ubicados próximo a la población de Tinduf en Argelia. Están ahí como consecuencia del conflicto actual sobre la soberanía de su territorio pendiente de solución desde 1975.

El proyecto Vacaciones en Paz propicia la acogida de niños saharauis en unidades familiares con el fin de evitarles los tórridos veranos saharianos, cumpliendo también con actuaciones sanitarias y nutricionales. Fundamental dos aspectos igual de trascendentes, lo que ellos nos transmiten: humanidad, emoción, enseñanza y el que les transmitimos: cariño, conocimiento y comprensión. Todo ello mezclado, imbricado por ambas partes, donde descubrimos que es más lo que nos une que lo que nos separa.

Hasta el día de hoy he realizado 5 acogidas, con esta actual, la sexta, todas en periodo estival, amparadas por el proyecto Vacaciones en paz. Ya ni siquiera me hago la pregunta formulada por mi amiga: ¿y por qué lo haces?

Tengo que volver a averiguar sobre este asunto porque seguro que tiene que haber un “porqué” que justifique el hecho en sí de la acogida, quizás ya borroso por costumbrismo. Espero que con esta reflexión, me permita darle una respuesta a mi amiga. Es algo que me ha dejado preocupado y necesito revisar para para ser coherente conmigo mismo, porque a veces la continuidad puede no ser más que eso, continuismo, perdiendo los principios y valores en los que se fundamenta las acogidas en sí.

He meditado y encuentro una relación en esta discusión con que viajar ha sido unas de mis grandes aficiones. Para mí ha sido foco de conocimiento y aprendizaje, y eso que de niño me daba terror salir dos calles más allá donde yo vivía por aquello de miedo a lo desconocido. El caso es que a posteriori pasé a una situación opuesta, durante muchos años me dediqué a pasear por el mundo, recorriendo 4 de los 5 continentes. Las culturas diferentes a la mía me han motivado a seguir viajando hasta el momento, aunque ahora lo hago más tranquilo, más relajado.

Todo lo que se repite, al final provoca indiferencia, aburrimiento, insatisfacción. Eso es lo que a mí, con los viajes, me ha sucedido. Al principio el destino era lo primordial, cuanto más lejos mejor, luego aburrido de ver tanto parque arqueológico, la naturaleza ha sido la que me ha atraído en gran medida. Pero lo que realmente me ha satisfecho ha sido el modo de viajar, las personas que he conocido y su manera de entender la vida en su propio medio.

He concluido que las gentes del desierto, sobre todo los saharauis han sido las personas que más me han aportado a nivel humano: aceptación, respeto, acogida… “Acogida y mutua” quizás, responden a la pregunta ¿y por qué lo haces? “Por reciprocidad”.

La palabra reciprocidad, en su buen sentido, genera en sí misma un beneficio mutuo. Es lo que hago con la acogida temporal de niños saharauis. Esto me lleva a tener, aparte de mi familia de origen, la de los niños, la ubicada en los campamentos de refugiados saharauis donde soy acogido como un familiar más cada vez que los visito.

Allí me siento acogido, querido, como uno más, a pesar de la dureza de sus vidas. Estoy hablando de un medio inhóspito como es la hamada argelina donde ningún ser humano desea vivir.

Y al final ya puedo darle una respuesta a mi amiga: por humanidad y reciprocidad, ambos en el buen sentido de la palabra. Así de sencillo.

Concluyo, si muchos de pocos hacemos esto, el mundo cambia.