Maite Ramos llegó un día a la biblioteca de Auserd y a uno de los centros de secundaria de esta wilaya y les propuso a los escolares hacer sus propios kamishibais. Allí estaba Gajmula, siempre dispuesta a aprender y a enseñar, y allí se pusieron todos manos a la obra.
Maite regresó a España con dos cuentos escritos e ilustrados por los niños y niñas que participaron en este proyecto, se fue con ellos a la Escuela de Arte de Pamplona, allí los vectorizaron y el resultado no puede ser más sorprendente
Todo empezó en Auserd, todo quedó finalizado en Pamplona. Funcionó, porque siempre funciona, el trabajo en equipo y pronto, cuando pasen por la imprenta, los kamishibais retornarán a Auserd para que Gajmula los lea con ese entusiasmo que siempre pone en todo cuanto hace.