Para construir la paz, hay que destruir la violencia, el odio, la injusticia.
Para que no sea una simbólica paloma dibujada un día al año, hay que trabajar cada día la tolerancia, la empatía, el compañerismo.
Para que sea el aire que respiramos, el hombre tiene que dejar de ser un lobo para el hombre.
Para que no sea una palabra monosílaba, tiene que multiplicarse por si misma en todas las lenguas, llegar a todos los espacios, inyectarse, como una vacuna, en todos y cada uno de nosotros.
Solo así, conseguiremos vencer al verdadero virus.
Y para lograrlo, nada mejor que transmitírselo a las nuevas generaciones, en las escuelas, en las bibliotecas, en las casas, en las calles…
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