Campamentos de refugiados saharauis: las heridas del olvido se pueden curar en Navarra – Diario de Navarra

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De los 66 niños y niñas saharauis que volarán a Navarra a finales de mes, uno de ellos tiene el cuerpo quemado al electrocutarse el 10 de  mayo y otros ocho sufren dolencias. ‘Vacaciones en Paz’ necesita familias y una casa de acogida

En la fotografía, en primer plano, un poste eléctrico. Al fondo, la luna llena. En este recóndito lugar del desierto argelino se electrocutó el 10 de mayo uno de los 66 niños saharauis que volarán a finales de mes a Navarra. Tiene el cuerpo quemado de cintura para arriba.
La llegada de la electricidad a los campamentos de refugiados saharauis simboliza la vida, pero también la muerte. Para los más ancianos de este exilio de 46 años, las torres eléctricas y la conexión wifi en las jaimas representan la rendición, la resignación y la prolongación del olvido. Así lo describen desde la hamada. Significa morir en vida. Enterrar el sueño del regreso a la tierra de la que fueron expulsados. Su tierra. Por el contrario, la llegada de la luz eléctrica para los jóvenes supone poder escapar del letargo amargo de espera.
Aunque la primera semana de mayo ha llovido un par de días en los asentamientos y el ambiente ha refrescado, unos días antes la temperatura superó los 50 grados. Por eso, el juego de los más pequeños tiene que esperar al ocaso. La luna es la señal. La que prende la mecha de las fechorías. Entonces, salen de casa, buscan los “columpios” y juegan a trepar por ellos hasta acariciar los cables de alta tensión aún sin conectar. Columpios, sí. De esta manera llaman a estos postes instalados en barrios de adobe, piedra, arena y tela levantados en bases de hormigón. En Aaiun, por ejemplo, donde Moad sobrevive con sus hermanos y padres, los columpios llevaban anclados dos años sin luz. Sin embargo, el 10 de mayo la conectaron. Sin avisar.

Esa noche, el teléfono de la responsable del programa Vacaciones en Paz en Navarra, Carolina García Pellejeros, registró seis llamadas perdidas desde los campamentos. Su sobrino, Moad, de 12 años, había sufrido una descarga eléctrica al escalar uno de estos postes (ver fotografía) y se había quemado vivo. Los testigos contaron por teléfono a la presidenta de la Asociación Navarra Amigos del Sáhara (ANAS) que en el momento de electrocutarse el cuerpo del niño “tenía luz dentro” y que al caer al suelo se fracturó la pierna y empezó a hablar. Decía que veía “cosas muy bonitas”. Sin embargo, al apagarse la luz empezó a llorar de dolor. La cara y extremidades superiores se abrieron en carne viva.

Subieron al niño en un todoterreno y lo llevaron al hospital, pero en Tindouf ninguno de los centros está preparado con una unidad para quemados. Para aliviar el dolor, los médicos le administraron anestesia. Horas después lo trasladaron en avión a un hospital militar de Argel. Moad respiraba con dificultad. Estaba entre la vida y la muerte. “No es la primera vez que un niño se electrocuta en los campamentos. Lo que sucede es que muy pocos sobreviven”, reflexiona García. Este mes de junio su sobrino sigue ingresado y ha empezado a dormir un poco mejor. Vendado de cintura para arriba, no pueden operarle la pierna hasta que las quemaduras cicatricen. Contra la voluntad del menor, que está deseando volver a los campamentos y encontrarse con sus hermanos, los médicos desaconsejan el regreso puesto que las temperaturas superan los 45 grados.
SE NECESITA UNA CASA
Moad es uno de los menores que volará a finales de junio a Navarra para terminar de curarse. En el mismo avión, procedentes también de los campamentos, viajarán otros 66 pequeños que necesitan pasar por otro tipo de revisiones médicas para recuperarse de la prolongada malnutrición que llevan sufriendo estos dos años y que ahora por la guerra de Ucrania se ha agudizado. Además de Moad, en este vuelo de los campamentos viajarán otros ocho niños con diferentes dolencias y discapacidades. Todos compartirán una casa junto a varios monitores saharauis una vez que aterricen aquí. “Pero, hay un problema…”, confiesa la responsable del programa Vacaciones en Paz. “De momento no hemos encontrado casa y faltan cinco familias de acogida. Este verano es más importante que nunca que salgan del desierto. Llevan dos años sin hacerlo y su situación alimentaria ha empeorado. Sin olvidarnos de la guerra silenciada contra Marruecos desde noviembre de 2020. Ha comenzado la cuenta atrás hacia un verano con verdadero sentido”.
La presidenta de ANAS anima a quien no pueda acoger a uno de estos niños a colaborar con donativos o a participar en una gran recogida de alimentos y ropa que se realizará en la calle Biurdana el 13, 15 y 17 de junio.

Para contactar:
​Teléfono: 626 502495
​asociacionanasnavarra@gmail.com

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