Un viaje al Sahara desde las aulas de Navarra, Saharako Kabiak-Nidos del Sahara (BUBISHER) | Cuadernos de Pedagogía

Un viaje al Sahara desde las aulas de Navarra, Saharako Kabiak-Nidos del Sahara (BUBISHER) | Cuadernos de Pedagogía
  • La asociación «Nidos del Sahara» impulsa una guía didáctica que busca sensibilizar al alumnado sobre la vida en los campamentos de refugiados y «recuperar la memoria histórica» de lo sucedido en la Provincia 53.

  • Actualmente, gracias al proyecto Bubisher —para la cultura saharaui se trata de un pájaro que trae buenas noticias— funcionan cinco bibliotecas en las wilayas de Auserd, Smara, Bojador, Dajla y Aaiún. En cada una de las bibliotecas existe una biblioteca móvil en forma de autobús que se desplaza cada mañana por los institutos y escuelas para promocionar la lectura y prestar ejemplares. «Y luego, por a la tarde, es en la misma biblioteca, que es también Casa de Cultura, donde se hacen talleres hace cine, juegos, lectura, préstamo…», comenta Ramos, quien participó en una de ellas durante su estancia en los campamentos de refugiados.

Era domingo y había tan solo unos pocos militares en el Fuerte del monte San Cristóbal (Pamplona). Algunos, desarmados, se prepararon para cenar. Mientras tanto, una treintena de presos republicanos, comunicándose en esperanto, organizaron la estrategia para emprender la fuga. Se enfrentaron a los guardias del Fuerte —desde 1934 funcionaba como penal para más de 2.000 prisioneros- y tomaron sus armas. Aquel 22 de mayo de 1938, hasta 795 reos consiguieron escapar al grito de «¡Sois libres! ¡A Francia!». Sin embargo, tan solo tres de ellos consiguieron cruzar la frontera gala y rencontrarse con la democracia. Los demás fueron interceptados en la huida por camiones militares enviados por las tropas franquistas. Los que tuvieron mejor suerte, 585 hombres, salvaron la vida y fueron devueltos al penal. Otros tantos, débiles, mal vestidos y a menudo descalzos, fueron abatidos en los montes mientras luchaban por escapar y poner sus pies en el país vecino. «Las tropas nos perseguían a tiros por el monte, nos iban matando como a conejos», relató uno de los prisioneros, Félix Álvarez, en una entrevista a El País relatando la fuga. Catorce de los diecisiete cabecillas de la fuga fueron fusilados en el mismo penal. La mayoría de los cadáveres de los fugados fueron a parar a poblaciones vecinas a Pamplona y enterrados en fosas comunes. Otros, hasta 131, fueron sepultados a pocos metros del penal, en el bautizado «cementerio de las botellas». Nombre que recibió al constatarse que los presos fueron enterrados con una botella entre las piernas con el nombre, apellidos y procedencia.

«En navarra hay muchos centros donde se trabaja la memoria histórica. Se habla de lo que significó la República o la guerra del 36. En Navarra tenemos la fuga del monte San Cristóbal. Los que vivimos en la zona de Pamplona, nada más levantarnos, vemos donde estuvieron prisioneros. Eso sí que se trabaja. No en todos los centros, pero sí en muchos. Pero, ¿qué pasó con las colonias de la Guinea española? ¿O qué pasó con el Sahara occidental? Son temas que en ninguna unidad escolar se trabajan», lamenta Maite Ramos, presidenta de Saharako Kabiak-Nidos del Sahara, asociación creada para ayudar y apoyar el trabajo que se hace en las bibliotecas de los campamentos saharauis. La última iniciativa de la asociación ha sido la publicación de una guía didáctica destinada a los centros de Navarra que tiene como misión «recuperar esa memoria histórica» de lo ocurrido en el Sahara.

«Los niños y niñas si tienen facilidad de saber qué pasa por el programa de Vacaciones en Paz», señala Ramos, citando el popular proyecto de acogida de niños y niñas saharauis de entre 10 y 12 años por parte de familias residentes en España durante los meses de julio y agosto. «Los niños de aquí, por lo menos los navarros, siempre ven a un niño o una niña saharaui en la piscina, o van de excursión a Sendaviva y ven una Cuadrilla. En Navarra hay mucha sensibilización hacia el tema. Se ven niños y niñas saharauis por la calle, de paseo, en las barracas, en San Fermín, o en las fiestas de los pueblos. Hay una posibilidad de acercarse a esta realidad, pero no desde las aulas», enfatiza la presidenta de la asociación Saharako Kabiak-Nidos del Sahara.

La del Sahara occidental también es una historia de fugas y huidas. La de España, que en 1975 abandonó a su suerte a los habitantes de la antigua provincia española número 53. Y la de la población saharaui, que se vio forzada a huir de sus casas perseguida por los ejércitos de Marruecos y Mauritania. Será en el desierto, en la Hamada argelina donde esta población encuentre refugio y proclame la República Árabe Democrática Saharaui (RASD), extendida en cinco campamentos de refugiados.

Una guía que «huye de la victimización»

«El objetivo es sensibilizar al alumnado sobre cómo se vive en un campamento de personas refugiadas»

«El objetivo es sensibilizar al alumnado sobre cómo se vive en un campamento de personas refugiadas. Cómo los niños y las niñas viven allá. Sobre todo, lo hemos enfocado desde un punto de vista que huye de la victimización y de lo que a veces se llama pornografía de la pobreza. Es decir, queremos que esté enfocada hacia la solidaridad entre iguales. Eso lo queremos remarcar muy bien», señala la entrevistada.

La guía didáctica, basada en la LOMLOE, ofrece al profesorado programar actividades, unidades didácticas y proyectos. Dentro de ella —destinada a Primaria, pero diseñada con flexibilidad para ser utilizada en los primeros cursos de Secundaria—, puede encontrarse la introducción, resumen de competencias específicas, criterios de evaluación y saberes básicos, situaciones de aprendizaje, recursos didácticos y bibliografía. En ella se proponen desde actividades cooperativas para conocer el tema del Sahara, hasta otras acciones que pretenden despertar una habilidad emprendedora y ciudadana como por ejemplo la celebración de una fiesta saharaui o la de una charla a la comunidad educativa y familiares sobre la situación en el Sahara. Asimismo, se proponen lecturas como Palabras de Caramelo, que tiene como protagonista a Kori, un niño sordomudo enamorado de un camello que encarna cómo es la vida de las personas con discapacidad en los campamentos.

«Hemos diseñado unas situaciones de aprendizaje con metodologías que lleven a los alumnos y alumnas a la reflexión, para que sea una educación basada en la acción, que promueva el diálogo activo, que investiguen sobre lo qué pasó. Para que sea el alumnado el protagonista de toda esta investigación y de la acción posterior», afirma la presidenta de Saharako Kabiak-Nidos del Sahara, que aprovecha para poner el valor una de las misiones de la guía, la de servir como puente de culturas.

«También hay situaciones de aprendizaje para unir la cultura, como es la de hacer un recetario de cocina saharaui y navarra. Será posible mediante de WhatsApp o a través de voluntarios que vayan allá que llegue el libro para que estén en las bibliotecas. Queremos que haya ese feedback entre niños de allá y niños de aquí», expone Ramos. Y es que dar a conocer el proyecto de las bibliotecas y los bibliobuses, iniciado en 2008, es además uno de los objetivos principales del proyecto.

Bibliotecas Bubisher, el pájaro del desierto

Fueron los alumnos del colegio San Narciso de Pontevedra los que tuvieron la idea de recoger libros de lectura para las escuelas de los campamentos saharauis. Ante la dificultad de hacerlos llegar, a uno de sus alumnos se le ocurrió que también podría ir un bibliobús cargado de ejemplares. El sueño se convirtió en realidad de la mano de un grupo de escritores, maestros, cuenta cuentos y bibliotecarios. Así, el 22 de noviembre de 2008 llegó el primer bibliobús a los campamentos de refugiados.

Actualmente, gracias al proyecto Bubisher —para la cultura saharaui se trata de un pájaro que trae buenas noticias— funcionan cinco bibliotecas en las wilayas de Auserd, Smara, Bojador, Dajla y Aaiún. En cada una de las bibliotecas existe una biblioteca móvil en forma de autobús que se desplaza cada mañana por los institutos y escuelas para promocionar la lectura y prestar ejemplares. «Y luego, por a la tarde, es en la misma biblioteca, que es también Casa de Cultura, donde se hacen talleres hace cine, juegos, lectura, préstamo…», comenta Ramos, quien participó en una de ellas durante su estancia en los campamentos de refugiados. Como se informa en la guía, el servicio para los niños es en castellano, segunda lengua oficial de la RASD, y en árabe. Para los adultos, sobre todo en árabe. De aportar libros en árabe se encarga el Gobierno de Argel y desde hace un par de años los bibliotecarios y bibliotecarias saharauis se desplazan a Orán a comprar libros.

Asimismo, las bibliotecas también cuentan con bibliotecarios y guardianes saharauis con sueldo, además de voluntariado del lugar. Las bibliotecas, destacan los promotores de la guía didáctica, no sólo son el sitio donde se hace préstamo de libros, sino que constituyen un centro cultural donde se realizan diversas actividades culturales de animación a la lectura, arte y cine. Muchas veces, también se transforman en ludoteca.

Escaso analfabetismo, falta de infraestructura

«Han sido capaces de organizar un sistema educativo «en el que prácticamente el 100% de los niños y niñas se encuentran escolarizados»

Bubisher es tan solo un pilar de un sólido sistema educativo construido por la RASD desde sus inicios. Y es que, tal y como subrayó durante la presentación de la guía en la Cámara Foral de Navarra el pasado 20 de diciembre Tateh Lehbib, nacido y crecido en los campamentos de refugiados de Tinduf, la República saharaui se preocupó desde el primer momento para que sus habitantes gozaran de la mejor educación posible en las condiciones más adversas.

«Las condiciones climatológicas y de vida son difíciles. Los saharauis fueron obligados a abandonar su territorio por la fuerza y viven ahí desde hace más de 47 años, pero, a pesar de eso, nunca han perdido la esperanza de volver algún día a su territorio. No obstante, los saharauis nunca descuidaron la educación, desplegaron inmensos esfuerzos e invirtieron conforme a sus posibilidades para educarnos. Convencidos de que formarse contribuye grandemente en aliviar la difícil situación que viven los refugiados saharauis, en los campamentos tenemos escuelas, institutos y formación profesional», destacó Lehbib, quien se licenció en energías renovables en la Universidad de Argel.

Este joven saharaui también es conocido como «el loco del desierto», ya que construyó en 2017 veinticinco casas con botellas de plástico rellenas de arena en un sueño por hacer del desierto en el que creció un lugar más habitable. Las botellas llenas de arena ofrecen más resistencia y aíslan mejor que las casas de adobe y las lonas de las tiendas, que en ocasiones no aguantan las tormentas de arena o las lluvias torrenciales del desierto.

«Será el único sitio en África donde no hay analfabetismo. Todos los niños van a la escuela o tienen la posibilidad de ir a la escuela. Tienen instituto. También hay chavales y chavalas que sí que pueden ir a estudiar a Argel. Van en régimen de internado. Además, cuentan con pequeñas FP. Se puede estudiar cine, informática, cerámica… Antes había algo de agricultura, aunque creo que ahora está cerrado. También hay un magisterio para que se forme el profesorado», cuenta Ramos, que hace una radiografía general del estado de la educación en el territorio, donde también indica que hay gente que sale a estudiar fuera y que luego viene con una titulación.

Según José Antonio Vinagrero Ávila, director del CEIP El Peral, los saharauis han sido capaces de organizar un sistema educativo «en el que prácticamente el 100% de los niños y niñas se encuentran escolarizados, reduciendo el analfabetismo del 90% de la población en la época colonial, hasta datos semejantes a los de los países desarrollados».

Así lo afirma Vinagrero en su artículo de investigación para la UNED «La educación en los campamentos saharauis: un sistema educativo en el refugio y en el desierto», en el que desgrana el funcionamiento de la educación en los campamentos desde sus inicios. Una educación que es vista como una herramienta «para formar a los futuros dirigentes de la república para cuando retornen al territorio que les pertenece». Así, uno de los primeros pasos que dieron, en un contexto de 90% de analfabetismo —96% en el caso de las mujeres— fue la de enviar al mayor número de niños y jóvenes a estudiar a países que reconocieron la RASD y ofrecieron ayuda en esta materia.

«Generaciones enteras estuvieron más de diez años estudiando en algún país de acogida para poder dirigir en un futuro a la RASD en su camino a la autodeterminación en territorio saharaui», asegura en su estudio Vinagrero, subrayando que esta medida supuso un gran esfuerzo individual y colectivo, en el que las familias se vieron separadas de sus hijos y estos sufrieron una aculturación profunda de sus raíces, siendo muy difícil su integración en la vida de los campamentos al finalizar sus estudios.

En el artículo, para el que el autor también se desplazó a los campamentos, puede leerse que, en un primer momento, las escuelas no eran más que jaimas y la escritura se realizaba sobre la arena del suelo o en pequeños pizarrines. «Con el tiempo, el aumento de la población y la llegada de ayuda humanitaria, bien de forma directa o a través de proyectos, se fueron creando escuelas de educación infantil (tarbías) y de educación primaria (madrasas) en todos las Dairas de cada uno de los campamentos (Wilayas). Además de estas escuelas se han creado escuelas de alfabetización de mujeres, centros de formación profesional, centros de educación secundaria y centros de formación del profesorado, creando una red de centros sin igual en otras poblaciones en la misma situación de refugio», explica el autor, para resaltar que dicha estructura ha conseguido que el índice de analfabetismo de la población infantil saharaui sea actualmente inferior al 1%, dato equiparable solo a países desarrollados e «inimaginable en un país que depende totalmente de la ayuda humanitaria en el refugio».

No obstante, destaca Vinagrero, las madrasas de la RASD tienen «enormes carencias». Escasez de materiales, pupitres y sillas desvencijadas, pizarras que no se sostienen en las paredes y escasez de libros de texto, los cuales tienen que ser compartidos. «Pero, además, también presentan carencias de infraestructura. La más relevante es que las ventanas no suelen tener cristales y para evitar la entrada de sol o del viento del desierto cargado de arena, disponen de unos cuarterones de madera que tienen que estar siempre cerrados. Eso crea ambientes escolares de gran oscuridad, ya que las madrasas, igual que la mayor parte de instalaciones, no disponen de electricidad», expone el director del CEIP El Peral.

Una realidad que constata Maite Ramos, de Saharako Kabiak-Nidos del Sahara, rememorando su estancia en los campamentos. «Son escuelas como las de aquí, pero lo único que falla son las infraestructuras. Yo creo que necesitarían ayuda exterior para mejorar las escuelas. Las mesas están rotas. A las pizarras les falta un cacho. No hay cristales en muchos casos. Haría falta calefacción porque pasan frío. Es evidente que la infraestructura no es la ideal», concluye la presidenta de la asociación de Nidos del Sahara.

Lucha contra la marginación

«Los saharauis también han sido capaces de crear centros de educación especial para atender a personas con algún tipo de discapacidad física, intelectual o sensorial»

Los saharauis también han sido capaces de crear centros de educación especial para atender a personas con algún tipo de discapacidad física, intelectual o sensorial. Aspecto que también invita a tratar la guía didáctica impulsada por Saharako Kabiak-Nidos del Sahara con la actividad de lectura del libro Palabras de Caramelo, protagonizado por el niño sordomudo Kori. Uno de los centros de educación especial más documentados es el que dirige Buyema Fateh, apodado Castro por su parecido con el ex presidente cubano y por ser un Cubaraui. Y es que Fateh fue uno de los tantos que fueron enviados a Cuba a formarse. En 1995, Fateh, que también fue pastor de cabras, impulsó en Smara el primer centro —escuela y comedor— para niños, para adolescentes y adultos con discapacidades. Se trata del primero que se tiene constancia en un campo de refugiados a nivel internacional. Educación, autonomía e integración social son los pilares de la actividad.

A las 7.30 de la mañana arranca su coche para ir recogiendo por el campamento a diversos integrantes de la escuela. Empezó con ocho familias, a la que fueron sumándose más y más por el convencimiento de Buyema Fateh a las familias sobre los beneficios que repercutirían en sus vidas.

«Al inicio no fue fácil, porque no es fácil concienciar a una sociedad que ignora totalmente lo que es un discapacitado. La sociedad saharaui tenía bien claro que, para una familia, tener un niño deficiente es una desgracia de dios. Hay una minoría que sabe que puede saber que hay una deficiencia adquirida, biológica, sanguínea… Eso es ahora. Antes, siempre iban atados y eran marginados. Aquí hubo casos donde estaban atados en una tienda, en las cuales hubo incendios y se carbonizaron. Esa es una de las razones que me llevó a crear esto. Hay una capa vulnerable de niños que estaban marginados y había que hacer algo», explica el profesor en el documental «Un día con Castro».

«Ahora ya la gente escucha. Al principio de mi iniciativa tenía que ir a convencer a las familias para recuperar a esos niños. Ahora ya la familia se presenta trayendo el niño, con su deficiencia y pregunta qué es lo que se puede hacer con él», añade Fateh. Imparte desde saberes básicos como los colores, fórmulas de educación, a utilizar peines y cepillos de dientes hasta actividades como costura que les permitirán familiarizarse con el mundo laboral y obtener recursos económicos y, sobre todo, ser más autónomos e independientes.

Prácticas para profesores

La guía didáctica impulsada por Saharako Kabiak-Nidos del Sahara es la última de las iniciativas que han surgido desde la comunidad educativa española en su compromiso con la Provincia 53. Por ejemplo, desde 2002, la Facultad de Educación de Ciudad Real, junto con la diputación provincial, llevan a cabo un programa de prácticas de 21 días para el alumnado de cuarto curso de magisterio. En la pasada edición, hasta 63 estudiantes participaron en este programa. Los alumnos españoles no llevan solo su equipaje, también viajan cargados de bolsas de material escolar para los alumnos saharauis.

«El proyecto es de vital importancia social y para la formación docente y personal de los futuros maestros en los centros educativos. Es un proyecto que aporta una vivencia en un entorno sociocultural y religioso muy diferente al que estamos acostumbrados en España. Nos sensibiliza y hace que crezca nuestra empatía hacia lo que ocurre en otro entorno con unas personas que están en una situación determinada y eso repercute en nuestra formación como docentes», explica Javier Cejudo, vicedecano de prácticas de la Facultad de Educación en la Universidad de Castilla-La Mancha durante el documental Wilaya aprende, Wilaya enseña, que narra la experiencia de los alumnos en prácticas en los campamentos.

También, este curso, la Universidad Complutense de Madrid, mediante el grupo de investigación Pedagogía Adaptativa, de la Facultad de Educación, impulsó un Diploma de Formación Permanente para ofrecer formación especializada en competencias docentes para maestras y maestros saharauis. Así, en la wilaya de Smara, donde viven 60.000 personas y que cuenta con ocho escuelas, hasta veintiséis docentes y estudiantes saharauis que aspiran a convertirse en maestros pudieron beneficiarse de esta iniciativa.

Las profesoras Chantal Biencinto, Patricia Villamor, Elvira Carpintero y Mercedes García, integrantes del grupo de investigación Pedagogía Adaptativa, se desplazaron hasta Smara para impartir el curso durante cinco días de forma intensiva. «El Diploma que hemos puesto en marcha para ellos está basado en los que trabajamos aquí, ya que pensamos que las competencias para ser un buen profesor o profesora son universales: comunicación, planificación, reflexión… aunque luego el contexto sea distinto. Estamos acostumbrados a que los docentes planifican, hacen y evalúan, pero falta esa parte de reflexión de qué puedo mejorar, cómo lo puedo hacer, qué ha pasado en el aula… Pensamos que quizá ellos nunca habían pensado en eso y que era importante», explica la profesora Patricia Villamor en la Tribuna Complutense, donde se narra además los retos que enfrentan los maestros saharauis para impartir clases a alumnos con niveles diferentes de español y donde se subraya el interés de los docentes del lugar por hacer lo mejor posible su trabajo. El objetivo es que en los próximos años el proyecto abarque hasta los 250 profesores que imparten clase en todos los campamentos.

Origen: Cuadernos de Pedagogía – Documento