El 31 de diciembre de 1977 el presidente de los Estados Unidos Jimmy Carter, invitado a pasar sus vacaciones de Navidad en Irán por el Sha Mohamed Reza Pahlevi, declaró en un brindis en su honor durante una cena de estado en Teherán: “Irán, gracias al gran liderazgo del sha, es una isla de estabilidad en una de las zonas más turbulentas del mundo. Este es un gran tributo a usted, majestad, a su liderazgo y al respeto, la admiración y el amor que le profesa su pueblo”.
No importaba todo eso. Los intereses cortoplacistas nublaban la visión de los analistas en Washington y empecinadamente tomaban sus deseos por realidad. Un año después del brindis del presidente Jimmy Carter irrumpió lo inevitable: la implosion interna del imperio, el derrocamiento del shah y la revolución iraní. El brindis era un falso pronóstico, una lectura errónea de las circunstancias del país y de los peligros inminentes que acechaban a Irán.
Hoy, y de manera similar, la fascinación por Marruecos desborda la lógica. Líderes de países occidentales no escatiman elogios a los supuestos avances y progresos de Marruecos en todos los niveles, ni restringen alabanzas a lo que califican de liderazgo ilustrado de su monarca. Se replica el mismo error de apreciación cometido por el presidente Carter sobre Irán a finales de 1977 y se ignoran los gritos de alarma repetidos sin cesar por los indicadores económicos y sociales del país. En realidad, el Marruecos actual es una fruta de apariencia exterior jugosa pero carcomida interiormente. La deuda, el rearme, el desempleo, la guerra, la fuga al exterior y la sensación de sálvese quien pueda embarga a toda la nación.
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Alien Habib Kentaui es ex embajador de la República Saharaui ante la Organización de la Unión Africana.
Marruecos, peligro de implosión https://t.co/Yes5IKVO4E vía @elindepcom
— Francisco Carrión (@fcarrionmolina) August 6, 2024
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