Sembrando en el desierto (2): no es fácil ser campesina en el desierto – Climática, el medio especializado en clima y biodiversidad

Sembrando en el desierto (2): no es fácil ser campesina en el desierto – Climática, el medio especializado en clima y biodiversidad
Mantener un huerto productivo y ecológico en un desierto puede parecer una quimera. Pero las mujeres saharauis luchan para adaptarse a un terreno pedregoso y salino, al viento huracanado, a las inundaciones y a las tormentas de arena. Porque producir tus propios alimentos es en sí una declaración de independencia.
La hamada es un entorno extremo con temperaturas de hasta cincuenta grados en verano y escasas lluvias en otoño. Foto: David Segarra.

Climática publica una serie de tres artículos desde los campamentos de personas refugiadas saharauis. Queremos explicar la pequeña revolución verde que unas mujeres están llevando a cabo en las más difíciles condiciones: crear una red de huertos en el desierto.

En la wilaya de El Aiuún visitamos los primeros huertos. Este campamento es, junto a Dajla, el que dispone de mayores recursos hídricos. Muchas veces los pozos sólo necesitan unos pocos metros de perforación para alcanzar el nivel freático. Sin embargo la salinidad, la arcilla, la extracción, el mantenimiento y la seguridad dificultan su uso. Dificultan pero no paralizan. Y tal vez esta es la clave, la perseverancia.

Recuerdo a aquel labrador valenciano que nos explicaba que “el campesino es de una raza que si se cae mil veces, se levanta mil más”. En el barrio de Guelta nos cuentan cómo iniciaron el huerto familiar con toda la ilusión, y cómo lo perdieron, y cómo lo revivieron. Ésta es una historia que escucharemos en muchas otras ocasiones. A los dos días recibimos una alerta por Siroco. Una tormenta de arena, con ráfagas de hasta cien kilómetros por hora, paraliza toda actividad humana. Los muros de adobe resisten como pueden los embates. Y los jóvenes arbolitos se comban hasta lo posible.

Inexorablemente, en cada tempestad se producen destrozos que hay que reparar. Y puede que sorprenda a quien lee esto, las inundaciones se están volviendo más frecuentes. Justo un mes antes de la DANA de València se produjeron graves destrozos en viviendas y campos en la wilaya de Dajla. Resulta que se vivió un fenómeno metereológico similar: llovió en un día lo mismo que un año entero. Es posible que sean expresiones del proceso de cambio climático.

Al día siguiente nos llueve. Y cae fuerte. Tal vez es pronto para adelantar conclusiones, pero aparentemente están aumentando las precipitaciones torrenciales en la hamada. Por la tarde, aprovechando el frescor, espigolamos en el huerto de la seguridad saharaui. Espigolar es un derecho tradicional que ha existido en muchos pueblos árabes y mediterráneos. Se trata de recoger aquellas verduras y hortalizas que los campesinos han dejado en el campo tras la cosecha. Es una manera de redistribuir los excedentes que no se necesitan.

Durante las recientes crisis económicas los huertos valencianos atraían a familias necesitadas de la ciudad, que llenaban bolsas con patatas y cebollas que quedaban en tierra. Lo cierto es que también en el desierto se comparte. Y eso, compartir, es lo que encontraremos en cada huerto. Así, cada tarde volvemos con acelgas, tomates y remolachas. No sé si la generosidad es parte de la naturaleza humana, pero por lo menos lo es de la campesina.

Ser agricultora en el desierto es difícil, pero también es un sueño para muchas mujeres. En el siguiente huerto que visitamos encontramos a la abuela sentada a la fresca bajo su acacia. Sombra, frondosidad, cobijo. Realmente es otro mundo el que ha levantado, el pequeño mundo del huerto. Donde la vida atrae vida, donde te rodean mariposas, pájaros, granados, higueras, palmeras y olivos. Y no deja de chocar la fertilidad de la tierra arenosa y blancuzca, a primera vista estéril y pobre. En cambio, las remolachas, las acelgas, las cebollas y las zanahorias están llenas de vitalidad. Y los niños y las niñas. Y los gatos. Y las flores. La vida bulle, protegida por las frágiles tapias y las mujeres fuertes.

(…)

He visto mujeres surgir de la nada,

con tesón y perseverancia,

haciendo del desierto

un bello huerto.

Fatma Galia

Textos y fotografías realizados por David Segarra con el apoyo del equipo de CERAI, formado por Víctor Martínez, Zahraa Ahmed Elkheir, Saúl Reyes, Sidahmed Mohamed-Islem, Mahmud Abeid, Jalil Mahmud Lehbib y Vega Díez.

Esta iniciativa es parte del programa CONTRAST de la Coordinadora Valenciana de ONGD, financiado por la Generalitat Valenciana, Caixa Popular y la Diputación de València.

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