Afuera (III) y final
Texto e ilustración: Noor M. Dleimi
En un coche
—Kamal, enciende las luces —ordena Mahfud.
—Pero los…
—Ya no sobrevuelan a estas horas, sus tropas están demasiado lejos. No hay peligro.
Kamal gira la rueda a la izquierda del salpicadero. Click. Otro ruido más dentro del todoterreno, ese y los miles de chasquidos y protestas que amortiguadores, muelles y neumáticos emiten de forma tan monótona que ha dejado de percibir, como a un niño que no deja de sollozar. Mahfud solo se ve interrumpido por los golpes arbitrarios de las piedras en el chasis. “Ve más despacio, Kamal”, piensa, pero no llega a pronunciarlo, el chaval lo hace bien, llevan 5 días, más bien noches, recorriendo el mismo camino y además está ansioso por llegar a Mahbés, les están esperando.
Cuatro coches y un pequeño camión con la parte de atrás descubierta, allí es donde pueden llevar a más personas. Ahora va lleno de gasoil para el regreso, comida y agua para los que dejarán. Aún queda mucha gente por trasladar, solo unos 50 por viaje. Hay que elegir, primero enfermos o heridos, niños, ancianos. Cuando llegan, los que aguardan en Mahbés ya lo han decidido. Los demás tendrán que esperar.
Esperar.
Quién vive, quién no, o quizás o tal vez. Ya se verá, es cuestión de suerte.
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Afuera (II) En Un pedregal
Afuera (II)
Texto e ilustración: Noor M. Dleimi
En un pedregal
No queda sitio para esconderse, tan solo las ropas pardas cubren sus espaldas mientras se acurrucan en el pedregal. Sus espaldas y las de las más de cuatrocientas personas que esperan inmóviles que el zumbido se acerque, tozudo y cada vez más sordo. Aguardan que pase de largo con su panza llena de napalm. Como ayer, como antes de ayer. Esperan. Mientras, Mariem desea ser una piedra más del desierto, una grande a poder ser, pues aunque se sabe que las piedras son inmortales, el viento es más duro y al final las acaba deshaciendo. Empieza por las más pequeñas. También piensa que le bastaría ser unos cuantos puñados de arena que campen a sus anchas, al menos se libraría de aquello que está sintiendo ahora, ayer, antes de ayer. Antes.
Texto e ilustración: Noor M. Dleimi
En memoria de Hadía y Fah.
A mi gran familia saharaui.
Debajo de unas ramas
—El buen hombre dejó atados sus camellos junto a los demás, se quitó las sandalias y entró en la jaima. Anochecía. Eran días abrasadores y vacíos en los que solo se había cruzado con el infortunio. Había ido a parar a Leyuad, las montañas que susurran, así que dio gracias a Dios, alhamdeluláh. Tomaría el té acompañado.
—Fatma ¿Por qué iba solo? ¿No dices que no se debe ir nunca solo por el desierto? —protesta Abba.
—Sí. Pues no sé, Abba, iba solo. Y ya veréis qué le pasó. Si es que queréis saberlo. Me habéis pedido que os cuente historias sobre los yin, mamá no estaría de acuerdo ¿Estáis seguros? ¿Queréis oírlas?
—¡Sí, sí! —dice el pequeño Bushraya con la impaciencia de quien va a cometer una travesura.