Con la venia: Pablo Muñoz
Desde que el glorioso ejército español abandonó a su suerte a los habitantes de la colonia que denominaban Sidi Ifni huyendo con el aliento de la Marcha Verde en el cogote, España como potencia colonizadora asumió un cierto papel de garante del futuro estable de sus habitantes que, aposentado Marruecos como dueño y señor de aquella tierras huyeron en masa prefiriendo los riesgos del desierto a la bota marroquí. Argelia les acogió, es un decir, cediéndoles un inhóspito espacio en el desierto y en él han resistido –incluso con las armas- en la esperanza de regresar a su tierra. La ONU estableció la celebración de un referéndum de autodeterminación que Marruecos jamás reconoció pero que España, entre la mayoría de los estados democráticos, aceptó y alentó.
Pero una cosa es la justicia y el compromiso y otra la geopolítica. Los sucesivos gobiernos españoles han mantenido el tipo, al menos en su literalidad legal, pero Pedro Sánchez ha tirado la toalla. Hágase como Marruecos quiere. ¿Y el compromiso legal impuesto por la ONU? ¿Y la subordinación a las exigencias de una dictadura? ¿Y los intensos lazos de fraternidad tejidos durante decenio con miles de refugiados acogidos entre nuestras familias? ¿Y el futuro del pueblo saharaui?
Pedro Sánchez, por supuesto, no va a responder a estas incógnitas. En el fondo, se adivina un temor cerril a Marruecos como enemigo más cercano y la conveniencia de mejorar las relaciones, no vaya a ser cierto aquello de que lo del islote Perejil fuera un ensayo para futuras y más graves escaramuzas. Nadie sabe hasta dónde llegan a día de hoy los compromisos mutuos con la dictadura alahuita, pero lo cierto es que las mafias de las pateras continúan activas, es más real que nunca la competencia en frutas y verduras y no cesan las reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla. Mientras no lo explique a fondo, la decisión unilateral de Sánchez suena a bajada de pantalones no sólo ante Marruecos sino ante los intereses estratégicos del país que hoy mangonrea Donald Trump.
Desde el primer año que se puso en práctica la acogida de niños y niñas saharauis, tuvo mi familia la suerte de recibirles, acogerles y aprender de ellas durante años, y aún mantenemos el contacto. Conociéndoles, sabemos que continuarán la lucha por volver libres a su tierra. Pero, a día de hoy, sólo puedo calificar de disparate inhumano la apuesta de España por el más fuerte, condenando a tofo un pueblo a la eterna condición de refugiado. Ya me dirá, señor Sánchez, cómo explico yo a Salma, Limnam, Halida y a tantas niñas y niños que convivieron con mi familia que lo suyo no tiene futuro, que lo único que les espera es ser marroquís de segunda. Y, por supuesto, sin volver a su tierra.
Origen: Ahí os quedáis, saharauis