Despedida de un niño
Aquel internado fue mi primera escuela en el exilio, allí empecé a escribir las imágenes del Sahara desde cada duna que se formaba en aquella inmensidad.
Me levanté aquella mañana, el cielo estaba despejado en todo el campamento. Mi madre había preparado toda la ropa y la había guardado en el interior de una pequeña mochila. Yo observaba a mi abuelo en el pequeño recinto de piedras, tenía las manos abiertas y oraba en silencio. Era mi último día en el pequeño campamento de Tichla, miraba las dunas y el único árbol que le daba sombra al pozo donde mi familia iba todas las mañanas a buscar agua.
Me senté en el interior del camión junto con otros niños, íbamos a la única escuela primaria que estaba a muchos kilómetros. Mi madre abría sus manos con un gesto de despedida permanente, yo lloraba por mi familia, no quería separarme. Estaba acostumbrado a encender la radio portátil de mi abuelo y traerle la linterna por la noche. Escuchaba las noticias y los partes de guerra que se repetían siempre.
A mi lado estaba sentada una niña que conocía el nombre de mi madre y siempre me decía «tu mamá tiene las sandalias amarillas», mientras el maestro nos mandaba a callar en el interior de aquel camión que iba por una tierra de color oscuro y rojizo que llamaban «la Tierra de la Luna».
No sabíamos cuando iba a ser el próximo reencuentro con nuestras familias. Una situación de estado de alarma e incertidumbre sentíamos cada vez que nos íbamos alejando del campamento.
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[ARTICULO DE OPINION] ‘Despedida de un niño’, Ali Salem Iselmu, periodista y escritor saharaui https://t.co/uE09bXRFlH pic.twitter.com/vimymwKuC1
— naiz iritzia (@naiz_iritzia) February 10, 2021