Aceptar a la RASD en Naciones Unidas no sería un acto de generosidad, sino de coherencia con el derecho internacional
El artículo 4 de la Carta de Naciones Unidas establece que pueden ser admitidos como miembros todos los estados amantes de la paz que acepten las obligaciones de la Carta y estén capacitados y dispuestos a cumplirlas. La admisión exige la recomendación del Consejo de Seguridad y la aprobación de la Asamblea General por mayoría de dos tercios. En el caso saharaui, los requisitos están cumplidos con creces. En cualquier otro caso, la admisión sería automática. Lo que la bloquea no es la falta de legitimidad, sino el uso interesado del veto por parte de potencias con asiento permanente en el Consejo de Seguridad.
El reconocimiento internacional de la RASD ha sido amplio. Más de 80 países la han reconocido a lo largo de estas décadas. Aunque algunos suspendieron sus relaciones bajo presión de Marruecos y sus aliados, el hecho permanece: la República Saharaui ha alcanzado un nivel de reconocimiento mayor al que tuvieron muchos estados recién independizados en África y Asia durante los años sesenta. Pero el respaldo más sólido proviene del continente africano. Desde 1984, la RASD es miembro de pleno derecho de la Organización de la Unidad Africana, hoy Unión Africana, con voz y voto en todas sus instancias. Marruecos abandonó la organización durante más de 30 años y solo regresó en 2017, aceptando de facto a la RASD como estado soberano. La contradicción es patente: África reconoce plenamente a la RASD, mientras la ONU la mantiene fuera por intereses geopolíticos.
Aceptar a la RASD en Naciones Unidas no sería un acto de generosidad, sino de coherencia con el derecho internacional. Todos los criterios de admisión están cumplidos. La exclusión no se debe a falta de legitimidad, sino al veto político de potencias que prefieren proteger a Marruecos como aliado estratégico y como pieza de control regional. Francia ha utilizado sistemáticamente su poder de veto en el Consejo de Seguridad para blindar la ocupación marroquí, bloqueando cualquier resolución que pueda traducirse en avances hacia el referéndum. Estados Unidos, interesado en mantener a Rabat como socio militar y en asegurar el acceso a recursos estratégicos, también ha respaldado la ocupación. España, potencia administradora de iure, mantiene una posición cobarde, incapaz de asumir su responsabilidad histórica. El resultado es un limbo jurídico en el que se proclaman principios solemnes en Nueva York, mientras se violan cotidianamente en El Aaiún, Dajla y Smara ocupadas.
La Asamblea General de la ONU es el gran escaparate del multilateralismo. Este septiembre, más de 190 jefes de Estado y de Gobierno se darán cita en Nueva York para pronunciar discursos sobre paz, derechos humanos y justicia internacional. Pero una vez más, la bandera saharaui no estará presente. El contraste es doloroso: se admiten sin problemas estados diminutos, se multiplican los llamamientos a la descolonización en otros escenarios, se condena la ocupación militar en Ucrania o Palestina, pero se guarda silencio ante una ocupación que dura desde 1975 en el Sáhara Occidental. La gran ausente en esta 80ª Asamblea General será la República Saharaui. Su ausencia no es un accidente, sino la prueba de un sistema internacional que sacrifica principios en nombre de intereses estratégicos.
La República Árabe Saharaui Democrática es la gran ausente de la 80ª Asamblea General de la ONU. Su exclusión no se debe a falta de legitimidad, sino al bloqueo político de quienes sostienen la ocupación marroquí. La RASD existe, gobierna, representa y resiste. Ha construido un estado viable, reconocido en África y respaldado por decenas de países. Negarle un asiento en Naciones Unidas es traicionar la letra y el espíritu de la descolonización. Es perpetuar un doble rasero que erosiona la credibilidad del multilateralismo. Mientras no se reconozca plenamente a la República Saharaui, la Asamblea General seguirá siendo un escenario de discursos grandilocuentes manchados por una ausencia clamorosa.
El Sáhara Occidental no está en venta ni puede ser canjeado. Su pueblo tiene un derecho inalienable a la autodeterminación y la independencia. Y tarde o temprano, su bandera ondeará en Nueva York, junto a las demás naciones libres del mundo.
*Miembro de la plataforma No te olvides del Sáhara Occidental
Origen: Asamblea de la ONU: República Saharaui, la gran ausente