Entre enero y marzo de 2025, Marruecos completó la construcción de una carretera de unos 93 kilómetros que conecta Smara con Mauritania, atravesando el muro militar en el Sáhara Occidental ocupado. El hecho fue recogido en el informe del Secretario General de la ONU (S/2025/612, párr. 23) y denunciado de forma contundente por el presidente de la República Árabe Saharaui Democrática y secretario general del Frente POLISARIO, Brahim Ghali, en su carta dirigida a António Guterres.
En ella, Ghali advierte que “la MINURSO observó que Marruecos había completado la construcción de una carretera de unos 93 km que conecta Smara con Mauritania a través del muro de arena, aún no inaugurada oficialmente, y que proporcionará un segundo paso desde el territorio hacia Mauritania, además del de El Guerguerat”.
El Frente POLISARIO condena enérgicamente esta carretera, calificándola de “medida provocadora y de escalada, una nueva manifestación de la política de anexión y agresión que el Estado ocupante marroquí aplica desde su invasión militar de octubre de 1975”.
Ghali recuerda que este acto repite el precedente de El Guerguerat, cuando Marruecos, el 14 de agosto de 2016, intentó modificar unilateralmente el statu quo mediante la apertura de una brecha en el muro militar y la construcción de una “pista desértica” en la zona de amortiguación.
Como entonces, Rabat sostiene que la nueva carretera tiene un carácter “puramente civil”. Pero la ausencia de una reacción firme de Naciones Unidas en aquel momento —advierte Ghali— alentó a Marruecos a seguir desestabilizando la región con total impunidad. El Frente POLISARIO advierte ahora de las graves consecuencias que puede tener esta nueva provocación, no solo sobre el terreno, “ya explosivo por la guerra de agresión marroquí”, sino también sobre la seguridad y la estabilidad regionales.

Una obra “civil” con fines militares y políticos
La carretera, que según fuentes marroquíes forma parte de la ampliación de la RN17 entre Smara, Amgala y la frontera mauritana, tiene una longitud aproximada de 93 kilómetros y un coste estimado de unos 49,7 millones de dirhams (alrededor de 5 millones de dólares). El propio comandante de la Zona Sur del ejército marroquí declaró a la MINURSO que su uso sería “puramente civil”.
Sin embargo, como ocurrió en 2016 con la apertura de la pista de El Guerguerat, la realidad es muy distinta: toda nueva infraestructura construida al sur del muro refuerza la ocupación militar y administrativa del territorio, altera las líneas de contacto y consolida sobre el terreno lo que Marruecos no ha logrado obtener por la vía legal o diplomática: el reconocimiento de su soberanía.
El Frente POLISARIO lo advirtió en su carta al Secretario General de la ONU: la construcción de esta vía “recuerda directamente el intento marroquí de 2016 de modificar unilateralmente el statu quo”, y evidencia que la impunidad con que se toleró aquella brecha alentó ahora una repetición más grave. La carretera de Smara no es una mejora local ni un acceso humanitario: es un acto político, un instrumento para normalizar la ocupación ante la comunidad internacional y abrir un nuevo corredor logístico hacia África Occidental bajo control marroquí.
Una carretera que atraviesa el muro y la legalidad internacional
El trazado de la nueva vía parte de Smara, ciudad situada en la zona ocupada, pasa cerca de Amgala —un punto histórico de enfrentamientos entre el ejército marroquí y el saharaui—, cruza el muro marroquí de ocupación y se dirige hacia Tifariti, en la zona liberada bajo control del Frente POLISARIO, antes de alcanzar la región fronteriza con Bir Moghrein, en Mauritania.
El muro, construido por Marruecos en los años ochenta, tiene más de 2.700 kilómetros y está protegido por millones de minas terrestres. Cualquier apertura en esa línea constituye una violación directa de los acuerdos militares supervisados por la MINURSO.
El informe del Secretario General (S/2025/612) lo documenta con claridad, y la simple mención de que se trata de un “segundo paso” hacia Mauritania deja entrever su trascendencia estratégica. Ningún Estado ni organismo internacional ha autorizado la apertura de una vía transfronteriza desde un territorio no autónomo pendiente de descolonización. En términos de derecho internacional, Marruecos carece de soberanía, título administrativo o consentimiento del pueblo saharaui para realizar este tipo de obras.
Cada kilómetro asfaltado es una violación del derecho internacional y una burla a las resoluciones de la ONU que exigen un proceso de autodeterminación.
Mauritania y la tentación del silencio
El nuevo paso hacia Bir Moghrein plantea además una cuestión incómoda para Mauritania, que mantiene una política oficial de “neutralidad positiva” en el conflicto.
Un informe reciente del think tank Policy Center for the New South menciona que el Ministerio del Interior mauritano habría incluido el cruce en un decreto de 2025 como uno de los “puntos de entrada autorizados”. Si se confirma, este hecho situaría a Nuakchot en una posición ambigua: tolerar la apertura de un paso controlado por el ejército marroquí supondría legitimar de hecho la ocupación, vulnerando el principio de integridad territorial del Sáhara Occidental y la doctrina de la Unión Africana, que reconoce a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) como Estado miembro de pleno derecho.
Para el Frente POLISARIO, esta carretera no es solo una provocación militar sino también una amenaza para la seguridad regional, ya que facilita la expansión del control marroquí en una franja desértica muy sensible, cercana al Sahel, donde operan redes de contrabando y grupos armados. Convertir la frontera en un nuevo corredor logístico sin el marco legal adecuado puede tener consecuencias graves para toda la región.
El precedente de El Guerguerat y la inacción de la ONU
En 2016, Marruecos abrió una brecha ilegal en la zona desmilitarizada de El Guerguerat, bajo control de la MINURSO. La pasividad de Naciones Unidas ante aquella violación —que el Frente POLISARIO denunció reiteradamente— permitió que la pista se transformara en una carretera internacional utilizada por camiones, mercancías y tráfico comercial entre Marruecos y Mauritania.
Desde entonces, Rabat ha presentado la consolidación de El Guerguerat como una “victoria diplomática” y como parte de su “plan de autonomía”, aunque en realidad constituyó una ruptura del alto el fuego.
La nueva carretera de Smara–Amgala–Bir Moghrein reproduce el mismo patrón: construir primero, alegar después que es una vía “civil”, y forzar así una nueva realidad sobre el terreno. Cada “infraestructura” que Marruecos levanta en el Sáhara Occidental —sea un puerto, un parque eólico o una carretera— se convierte en una herramienta de anexión progresiva, ante la mirada impasible de una ONU incapaz de imponer el respeto a sus propias resoluciones.
El silencio europeo y el derecho pisoteado
Ni la Unión Europea ni los Estados miembros han reaccionado ante esta nueva violación. La Comisión Europea, que sigue negociando acuerdos comerciales con Marruecos que incluyen los territorios ocupados, ha preferido mirar hacia otro lado.
Mientras Bruselas discute tecnicismos sobre “acuerdos de asociación”, el terreno sigue cambiando: Marruecos multiplica infraestructuras, amplía su red de carreteras, instala proyectos de energía “verde” y promueve la ocupación de facto, todo ello con financiación y aval políticos europeos.
El silencio de las instituciones europeas es tanto más grave cuanto que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha dictado en diez sentencias consecutivas que Marruecos no tiene soberanía ni potestad administrativa sobre el Sáhara Occidental.
A cada nueva obra “civil”, Marruecos pretende consolidar una imagen de normalidad y control, mientras continúa reprimiendo en las ciudades ocupadas y bloqueando la celebración del referéndum que la ONU prometió hace más de tres décadas.
Una línea más en el mapa de la ocupación
La carretera Smara–Mauritania no es un proyecto de desarrollo, sino una línea más en el mapa de la ocupación, una herida abierta en el desierto.
La ONU la observa, Marruecos la pavimenta, la Unión Europea calla y el pueblo saharaui resiste.
Si la comunidad internacional no reacciona, esta nueva vía se convertirá en otro símbolo de cómo la ocupación avanza sobre el silencio, del mismo modo que el muro de arena —ese muro de la vergüenza— dividió hace cuarenta años un pueblo que aún espera justicia.
Plataforma No te olvides del Sáhara Occidental