
En los campamentos de refugiados saharauis, donde el tiempo parece suspendido y la vida cotidiana se desarrolla en condiciones extremas, también hay lugar para la esperanza y la dignidad. Esa esperanza tiene nombre de pájaro del desierto: Bubisher, un proyecto cultural que, desde hace más de quince años, transforma el exilio en un espacio de resistencia y de futuro.
Lo que comenzó en 2008 como un bibliobús cargado de libros donados desde España, fruto de la solidaridad de escritores y asociaciones, se ha convertido en una red consolidada de bibliotecas y bibliobuses que alimentan de cultura, educación y sueños a miles de niños, niñas y jóvenes saharauis. El nombre, “bubisher”, procede de un pájaro del desierto que anuncia buena suerte: una metáfora perfecta para un proyecto que, con cada libro, ha sabido sembrar esperanza en medio del exilio.
Actualmente existen cinco bibliotecas fijas en Smara, Auserd, Bojador, Dajla y El Aaiún, además de los bibliobuses que recorren las wilayas y se transforman en auténticas bibliotecas rodantes. Allí, los niños leen a Cervantes, a Naguib Mahfuz, a Darwish o a poetas saharauis contemporáneos, y descubren que su historia y su lengua tienen un valor que nadie puede borrar. Cada espacio se convierte en un refugio de dignidad, un faro cultural en medio de la nada.

El Bubisher no es solo un servicio cultural: es un acto político en sí mismo. Frente a la ocupación marroquí, que intenta silenciar y borrar la identidad saharaui, este proyecto levanta trincheras de libros. Cada biblioteca es una afirmación de soberanía cultural; cada taller de lectura, un ejercicio de libertad; cada bibliobús en marcha, un mensaje claro: el pueblo saharaui no se rinde, ni en la guerra ni en la cultura. Como se subrayó en la última asamblea anual: «Hoy Bubisher es, sobre todo, patrimonio de la juventud saharaui: ellos lo sostienen, lo hacen crecer y lo convierten en una escuela de futuro».
Ese carácter saharaui del proyecto es uno de sus mayores logros. Lo que nació como una iniciativa de cooperación internacional, con campañas de recogida de libros y la participación de voluntarios, se ha transformado con el tiempo en un motor cultural gestionado por jóvenes formados en los propios campamentos. Son ellos quienes dinamizan talleres, organizan actividades, forman a nuevos mediadores culturales y mantienen vivo un patrimonio que ya sienten como propio.
El impacto va mucho más allá del número de libros prestados. Se organizan talleres de escritura, ilustración, poesía y narración oral; se impulsan encuentros con escritores saharauis y españoles; se fomenta la igualdad de género y se estimula el pensamiento crítico. En cifras, son miles de ejemplares en árabe y en español los que circulan cada año; centenares de actividades dinamizan la vida de las wilayas; decenas de jóvenes se han formado como animadores culturales. Pero lo esencial es el valor simbólico: en medio del exilio, Bubisher enseña que el futuro puede escribirse con palabras y con sueños.

Durante la última asamblea anual se repasaron los logros y los retos del proyecto: consolidar los programas de animación a la lectura, mantener los bibliobuses en funcionamiento pese a las dificultades logísticas, ampliar el número de ejemplares en árabe y en español y asegurar una financiación estable que permita seguir creciendo. La voluntad de continuar es inquebrantable, porque Bubisher ya no es solo un proyecto: es un símbolo de resistencia cultural.
Frente al riesgo permanente de olvido que pesa sobre el Sáhara Occidental, ocupado desde 1975 y silenciado por una comunidad internacional cómplice, Bubisher se convierte en una victoria contra la invisibilidad. Como recuerdan sus impulsores: «Cada libro que se abre en el desierto es una victoria contra el olvido».
El desierto es un lugar donde parece imposible que nada crezca. Sin embargo, en los campamentos saharauis ha echado raíces un proyecto que demuestra que la cultura también es una forma de resistencia. Bubisher no es solo una red de bibliotecas y bibliobuses: es una trinchera cultural levantada contra la injusticia, una semilla regada con solidaridad y con la fuerza de la juventud saharaui. Un recordatorio de que los libros pueden ser tan poderosos como la diplomacia o como la resistencia armada.
Mientras haya un niño saharaui leyendo en los campamentos, habrá futuro y habrá esperanza.
Por Victoria G. Corera – Plataforma “No te Olvides del Sáhara Occidental”