La cultura saharaui es una cultura de la tierra. Una cultura que hunde sus raíces en un espacio del Sahara Occidental, Tiris, propicio a lo mágico, a lo misterioso, a lo mítico. Tiris es el gran templo de la cultura saharaui, bajo una bóveda de arquitectura apenas cambiante, que tiene en Leyuad el sagrario donde se guardan las esencias de una cultura, que la voz de poetas y narradores transmite y resuena en todos y cada uno de los ritos y ceremonias, poco rituales y ceremoniosas, y sí muy familiares, que constituyen lo que en otro lugar he llamado una mística de la vida cotidiana, que tienen lugar en las jaimas, capillas de aquel templo, donde la cultura saharaui se vive, y la población más joven la va conociendo practicándola, es decir, viviéndola, imitando los gestos y escuchando la palabra de sus mayores.
Junto con la poesía, la música y la danza son las difusoras de la identidad cultural del pueblo saharaui. Atesoran la memoria colectiva, que mantiene viva la historia de una tierra, tantas veces codiciada, hoy invadida y ocupada. Poesía, danza y música son bastiones de resistencia. En la poesía el alma del desierto se hace palabra que habla de amor a la tierra; en la música se hace aire que insufla el espíritu de la tierra en los corazones. En fin, en el baile el alma del desierto toma cuerpo, revestido de poesía y música en cualquiera de sus manifestaciones, sean en celebraciones familiares, en el interior de las jaimas, o en festivales culturales reivindicativos y de reafirmación de una identidad cultural, estrictamente reconocible, por diferenciada.
Quienes han visitado los campamentos de personas refugiadas saharauis han participado de momentos festivos, ofrecidos por sus anfitriones, en los que la música sustituye el aire de la jaima y el baile acapara la atención de los asistentes, que pueden observar delicados movimientos de pies, caderas, hombros de las mujeres, cuyo protagonismo lo ejercen los brazos, las manos y los dedos, que escriben en el aire, con la suavidad de una pluma de ave, versos cargados del lirismo que destila la danza.
Tras la invasión y la ocupación, el baile, también la poesía y la música, sin pérdida del componente lírico, que canta su amor a la tierra, se incorporó una dimensión épica, militante, por la que se denuncia el robo de su tierra con sus recursos y se reivindica su devolución. Es a partir de entonces, cuando el espacio de la jaima se abre a extensiones de las wilayas, en las que se celebra anualmente el Festival de la Cultura, en el que desfilan todos los estamentos e instituciones, que constituyen el conjunto del Estado de la RASD. El baile de las mujeres también sale de los ámbitos familiares, para desfilar ante el público propio y visitante. Avanzan con pasos cortos y cadenciosos de baile, en los que la delicadeza se compadece con el paso firme de la resistencia. En sus manos llevan objetos significativos de cuanto han arrebatado a su pueblo -una caña con un pez, un cesto con arena, que simula fosfato…-, así como instrumentos sanitarios, educativos…, que hablan del papel principal de las mujeres en el establecimiento y mantenimiento de la organización general de los campamentos.
Si lo normal es que desde niñas, las mujeres lleguen a dominar sus bailes por imitación y por llevarlo en la sangre, y si en familia y en ambiente de amistad, las mujeres bailan vestidas con sus melfas más bonitas, en los desfiles oficiales visten una especie de uniforme, como aparecen en las dos fotografías. En la primera, se diría que un grupo de chicas jóvenes se instruyen, aún con gestos indecisos de sus brazos y manos, para, en su momento, participar en la festividad reafirmativa y reivindicativa de su identidad como pueblo con cultura propia. Y el aprendizaje se está llevando a cabo en una de las bibliotecas Bubisher, que han devenido escuelas de aquel gran templo de la cultura saharaui, donde los relatos actuales conviven con la tradición, para cuya conservación y desarrollo entre la población más joven, las bibliotecarias y sus equipos no escatiman dedicación.
Al ritmo de un tambor, hecho de madera de acacia y de piel de camello, de recio y acompasado sonido, que presumo está en manos de la mujer que aparece de espaldas, un grupito de chicas jóvenes aprende a desfilar bailando, como ya lo hacen las mujeres de la segunda fotografía, en un Festival de la Cultura.
Y es que la poesía, la música y el baile saharauis son tres expresiones artísticas distintas y una sola memoria colectiva verdadera, la que alberga una cultura, que es de la tierra.
Fernando Llorente
Origen: Bubisher TRADICIONES SAHARAUIS: LA POESÍA, LA MÚSICA, EL BAILE