Carta abierta a OLIVER LAXE: SIRAT, una verdad incómoda y una mentira muy cómoda – Gonzalo Moure

Carta abierta a OLIVER LAXE: SIRAT, una verdad incómoda y una mentira muy cómoda – Gonzalo Moure

No voy a ser el primero que se lo diga. Pero igual no así de contundente: su película miente. No es solamente la mentira de la ocultación, es que miente. Y lo peor es que se le escapó: si no hubiera hecho decir a uno de los personajes “estamos cerca de Mauritania”, podría colar. Podría ser cualquier lugar del Magreb. Y las minas de la penúltima escena podrían ser el resultado de esa guerra mundial que usa como subterfugio. Pero lo dice. Y es que si todo pasa cerca de Mauritania solo puede ser en el Sáhara Occidental, porque Marruecos no tiene frontera con Mauritania. El recurso de la última escena en el Tren de Hierro, que va de Zuerat a Nuadibú, lo delata aún más. A Zuerat, a ese tren, no se puede llegar desde el norte más que a través del Tiris, la región sur del Sáhara Occidental, en los Territorios Liberados. Espero que sus años en Marruecos no le hayan hecho creer que “eso” no existe, que todo es el Gran Marruecos. Porque no. El Sáhara existe. Y vamos a la tragedia de la película, que tan efectiva como efectistamente relata. Esas minas. Puede que quiera sugerir que son el resultado de esa Guerra Mundial que esboza, pero no cuela. Son, no pueden ser más que las que Marruecos sembró junto al Muro del Olvido (como el suyo), un muro de 2700 kilómetros (como desde su Galicia hasta Copenhage). Millones y millones de minas, que siguen costando la vida de pastores y camellos, y que solo están a un lado del muro marroquí, el lado saharaui. ¿Dónde está en su película el muro, y los miles de soldados marroquís que lo defienden, condenando a la división y la separación a familias y amigos? ¿Dónde los saharauis? No está, no están. ¿Se lo planteó siquiera? ¿Contempló durante la escritura del guion esa denuncia? Qué oportunidad perdida… Porque el cine es política. No se puede esconder la verdad, porque si no es como “la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales, que lavándose las manos se desentienden y evaden” que maldecía Gabriel Celaya.

Ya lo sé, aspira a grandes premios para su película, tan espectacular como efectiva, y si en ella hubiera una mención al Sáhara Occidental, no digo ya una denuncia, chocaría con los intereses políticos y económicos que todos conocemos demasiado bien. ¿Es, fue esa la razón? ¿Es razón suficiente para ocultar, o peor, para falsificar la verdad?

Sé que esta carta (que dudo que llegue a sus ojos) es incómoda. ¿Pero no hace cine para incomodar, aunque sea un poco? La verdad es siempre incómoda, pero la mentira puede ser muy cómoda, demasiado.

Gonzalo Moure