Soy saharaui. Nací en el exilio, en el refugio al que vuestro Estado nos condenó. He crecido viendo a mi pueblo sobrevivir en medio de la arena, sosteniendo una causa que nunca dejó de sangrar. He visto a los míos caer bajo la represión marroquí, torturados, encarcelados y desaparecidos en las zonas ocupadas por vuestro régimen. He visto a mis hermanos de las zonas ocupadas gritar su libertad mientras la bota de la ocupación les rompía los huesos.

Y, aun así, hoy os escribo no con odio, sino con una sinceridad que nace de la verdad, esa verdad que siempre nos caracterizó a los saharauis. Vosotros, también sois víctimas.

Víctimas de un régimen que os roba el pan, que os roba la voz, que os roba hasta el futuro. Un régimen que os educó en el nacionalismo vacío, que os vendió la ocupación de mi tierra como un triunfo, mientras vaciaba vuestras ciudades de oportunidades y vuestras casas de dignidad. El mismo poder que os obliga a emigrar, que os utiliza como arma política contra España, contra Argelia, contra Europa… El mismo régimen que convierte la pobreza en rutina y la corrupción en paisaje, es el que mantiene a mi pueblo encadenado.
 
Vosotros, también sois víctimas de un régimen que os educó en el nacionalismo vacío, que os vendió la ocupación de mi tierra como un triunfo

No somos enemigos. Somos reflejo uno del otro, jóvenes sin futuro bajo un sistema podrido que solo sabe enriquecerse a costa de nuestra sangre y de vuestra lealtad, en muchos casos impuesta.

Os lo digo con toda claridad, la causa saharaui no es la raíz de vuestros males. No es el problema que os condena. Es la excusa con la que se os distrae. Mientras os dicen que “el Sáhara es la causa sagrada”, os roban el salario, os venden a las multinacionales, os obligan a callar.

(…)