Desde que alcanza la memoria no ha habido en España un Gobierno más torpe en el manejo de las relaciones con nuestros vecinos de la otra orilla del Mediterráneo que este que encabeza Sánchez. Al presidente le cabe la responsabilidad exclusiva de haber tomado sistemáticamente la peor decisión posible en todas las etapas de esta sucesión de dislates en que se ha convertido nuestra política exterior respecto al Magreb en los últimos años. La temeridad con la que ha entrado en este campo ha arrasado en meses con décadas de laboriosa prudencia de cientos de diplomáticos profesionales que habían construido un delicado conjunto de equilibrios para defender nuestros intereses y lo ha hecho precisamente en el peor momento posible.
La prueba más evidente de que la gestión personal del presidente ha sido una catástrofe es que ha logrado que todos salgan ganando menos España.
Marruecos sobre todo, porque ha obtenido lo que quería para avanzar en sus intereses sobre el Sahara Occidental sin conceder absolutamente nada a cambio, ni en el campo de la migración ni en el de los compromisos políticos. También Argelia, que venderá más gas a Italia y nos cobrará más caro el que nos vende a nosotros. Incluso Italia se queda con los réditos de una relación privilegiada que le ofrecen los argelinos precisamente para remarcar su irritación hacia España. Todos los avances que Sánchez prometía por sus maniobras en el Consejo Europeo para limitar el precio del gas -y que, por cierto, todavía no ha podido concretar- se han ido por el sumidero con esta torpeza que nos obligará a comprar el caro gas norteamericano. Y si al menos este gesto de Sánchez hubiera servido realmente para ayudar a mejorar el triste destino de los saharauis tal vez podría darse por bueno, aunque es evidente que por desgracia tendrán que seguir esperando otra mejor coyuntura. La ‘jugada maestra’ de la carta al Rey de Marruecos que proclamaban los panegiristas del sanchismo reporta de momento un notable parte de perjuicios para los intereses de España.
En política internacional no hay nada más importante que la seriedad y la constancia en la defensa de tus intereses porque una reputación de confiabilidad se construye en muchos años pero se puede destruir en minutos. Sánchez ha querido frivolizar con un asunto delicado como ha hecho tantas veces en política doméstica, solo que en este caso no le sirven de nada sus argucias propagandísticas porque los gobiernos extranjeros son inmunes y defienden bien sus intereses.
El volantazo sobre el Sahara se dio sin consultar ni con el Parlamento ni con sus socios de coalición y sin informar a Argelia de sus intenciones. Y se ha hecho además en unos términos inexplicablemente chuscos, con cartas clandestinas llenas de faltas de ortografía y cenas en las que no se han cuidado ni los detalles estéticos de la simbología básica, para acabar proclamando como pretexto que en realidad la posición española no ha cambiado. Pero sí que ha cambiado. Y mucho. La realidad es que después de este vodevil España se ha convertido en un país en el que ya no se puede confiar para cualquier desarrollo posterior de un conflicto en el que están en juego consecuencias directas para nosotros y para la integridad territorial de nuestro país.
Origen: Editorial ABC: Nos sale cara la ‘jugada maestra’