Todo comenzó con miles de vidas en juego, cruzando a nado de Marruecos a Ceuta, por el mar. También menores de edad arriesgaban todo para llegar a España, a Europa, instigados por las propias autoridades de su país. En esas mismas circunstancias morían, por ejemplo, en febrero de 2014, nueve personas.
Ahora hablamos de mayo de 2021, Marruecos usaba a su propia ciudadanía para ejercer presión fronteriza con España y comenzar otro chantaje. Hay quien quiso ver el dedo (una protesta por la atención médica ofrecida al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en Logroño), y no prestaban atención a la luna (que el Gobierno español adoptara una postura diferente a la que marcan las Naciones Unidas para la resolución del conflicto del Sáhara Occidental). Hoy, esto es último ya es una realidad.
Todo culminó con una fotografía. Una mesa repleta de delicias y manjares, solo hombres (ninguna mujer) la rodean. El rey marroquí, Mohamed VI, ofrecía al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, la cena que acaba con el ayuno diario del Ramadán (el iftar) el pasado jueves en Dar al-Majzén, el palacio real de Rabat. Al fondo, las dos banderas de los dos países. La de España, al revés. Esto tiene un significado de rendición o de petición de auxilio en el complejo lenguaje simbólico de la diplomacia y conflictos bélicos. Causalidad o casualidad. Será justificado como un descuido de protocolo.
La que era ministra de Exteriores, Arancha González Laya, fue fulminada del cargo en el mes de julio. En ese momento, José Manuel Albares se ponía al frente del Palacio de Santa Cruz con un objetivo prioritario: reestablecer las relaciones bilaterales con Marruecos, en suspenso desde mayo, cueste lo que cueste. El chantaje marroquí ya había dado resultados en verano, este abril solo se ha materializado lo que se asumió hace meses cuando Sánchez obedecía los anhelos de Rabat de poner fin al Ministerio Laya.
El pasado viernes 18 de marzo, el Gobierno de Marruecos filtraba a la prensa del país vecino que Sánchez había enviado una carta a Mohamed VI en la que apostaba por la autonomía del Sáhara dentro de Marruecos como la mejor opción para la resolución del conflicto saharaui. Esta semana nos enterábamos, también por la prensa marroquí, que era este jueves cuando el presidente español viajaría a Rabat. Marruecos marca los tiempos de la relación bilateral, España se acompasa a ellos.
Marruecos dicta los contenidos, España los escribe. En la declaración conjunta del rey marroquí y Sánchez del pasado jueves, la cuestión del Sáhara Occidental aparece expresamente y la reiteración por parte de España de que el plan de autonomía marroquí es la propuesta de resolución «más seria, realista y creíble». Sin embargo, ninguna mención explícita a Ceuta y Melilla o a que la dirigencia marroquí olvida sus anhelos anexionistas sobre las ciudades autónomas españolas del norte de África.
Desde Moncloa siempre vendieron que el giro dado en la postura gubernamental sobre el Sáhara era una forma de garantizar la integridad territorial española, en relación a los dos enclaves mediterráneos. La monarquía marroquí ansía el Gran Magreb o Gran Marruecos, unificar bajo su reinado no solo el Sáhara Occidental y Ceuta y Melilla, también parte de Argelia, de Mauritania y de las Islas Canarias. En el comunicado conjunto, Marruecos no reniega de ello.
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Origen: El Derecho Internacional, como la bandera española, boca abajo – Dominio público