Sáhara Occidental
Brahim Baba Yusef
En los últimos meses, el aeropuerto de Madrid-Barajas, ha sido testigo de la llegada de decenas de saharauis procedentes de los territorios ocupados, en vuelos procedentes de Marruecos. Huyen del infierno, de las restricciones y de las prácticas atroces del aparato represor marroquí. Una vida muy dura y difícil de soportar.
El número de saharauis que han llegado recientemente supera las 30 personas, y la cifra puede aumentar. Ayer, que sepamos, han desembarcado más de 20 saharauis, cuya nacionalidad aún no ha sido confirmada.
Pero lejos de lograr su sueño, esos saharauis se enfrentan a un trato inhumano por parte de las autoridades españolas: son “almacenados” –no se me ocurre otra palabra mejor que describa su situación- en las salas de asilo del Aeropuerto Internacional de Barajas. Un número indeterminado de esos desafortunados son deportados a Marruecos, el país ocupante del Sáhara Occidental.
Según fuentes de los despachos de abogados que tramitan las peticiones de asilo de saharauis, la mayoría son denegadas. Es evidente que las garantías procesales del procedimiento de asilo no son respetadas. Por ejemplo, durante la entrevista que mantienen nada más llegar con las autoridades españolas, se les impone un intérprete marroquí en contra de las recomendaciones del Defensor del Pueblo y de la normativa de la Unión Europea.
Abogados que tramitan esos expedientes de asilo, se quejan de que muchas de esas traducciones de los intérpretes marroquíes influyen en las denegaciones, ya que –quiero pensar- que son erróneas y no de intención. La mayor parte de los deportados son activistas y su activismo está más que acreditado.
Ante estas prácticas, los abogados especializados, se ven obligados a presentar solicitudes de apátrida, pero chocan con el factor tiempo. Y así los saharauis son deportados aunque sus solicitudes aún no hayan finalizado el proceso. Todo ello, a pesar de que, en legajo, figuran informes favorables acreditados por ACNUR.
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